100 AÑOS DE LA MUERTE DE KROPOTKIN Y POCO HA CAMBIADO: Una muy interesante aproximación al anarquista Priort Kropotkin, si se salvan las distancias de los enormes cambios de modelo de sociedad, sobretodo en los países occidentales postindustriales tecno-financiarizados que dominan el poder mundial

100 AÑOS DE LA MUERTE DE KROPOTKIN Y POCO HA CAMBIADO

8 febrero, 2021

Carta abierta
Querido Piotr,

Te escribo desde Vitoria-Gasteiz, ¿recuerdas? Allá por enero de 1913 nos organizamos en estas tierras para enviarte un obsequio y darte muestras de gratitud por tus letras, tus ideas, tus reflexiones que siguen alimentándonos, y tu optimismo esperanzador.

Piotr Kropotkin

Hoy, cuando hace más de un siglo que nos proporcionaste este lúcido análisis de la realidad, te escribo para contarte que no ha perdido ni un ápice de vigencia y que me resulta demasiado familiar: “(…) que el minero arrancando montes de hulla no tiene ni un pequeño pedazo para calentarse en lo más rudo del invierno; que el tejedor que teje kilómetros de tela, no puede comprar una camisa a sus niños desnudos; que el albañil que construye suntuosos palacios no tiene ni una mísera choza para albergarse y que las obreras que visten con seda las muñecas para juguetes, no pueden ponerse un pobre refajo de algodón. ¿Es a esto a lo que llaman organización de la industria? Obrarían con más propiedad si dijeran que es una alianza para dominar por el hambre a los trabajadores. (…) En resumen; el caos económico ha llegado al colmo. Este caos no puede durar mucho tiempo. El pueblo no puede sufrir más crisis provocadas por la rapacidad de las clases reinantes (…)”

Acontece tal y como lo expresaste: “Hoy el Estado ha llegado a inmiscuirse en todas las manifestaciones de nuestra vida; desde la cuna a la tumba nos tritura con su peso. Unas veces el Estado central, otras el de la provincia, otras el municipio; un poder nos persigue a cada paso, se nos aparece al volver de cada esquina y nos vigila, nos impone, nos esclaviza. Legisla sobre todos nuestros actos, y amontona tal cúmulo de leyes que confunden al más listo de los abogados. Crea cada día nuevos engranajes que adapta zurdamente a la vieja guimbarda recompuesta, llegando a construir una máquina tan complicada, bastarda y obstructiva, que subleva a los mismos encargados de hacerla funcionar. El Estado crea además un ejército de empleados, arañas con largas uñas que no conocen del universo más que lo visto a través de los sucios cristales de la oficina o lo contenido en los textos absurdos que llenan el papelote de los archivos; multitud estúpida que no tiene otra religión que el dinero, ni más preocupación que la de pegarse a un partido cualquiera, negro, azul o blanco, que le garantice un máximum de sueldo por un mínimum de trabajo. (…) El Estado protege la explotación, la especulación y la propiedad privada, producto del robo.”

Te diré que por aquí eres conocido como geógrafo, zoólogo, naturalista, filósofo, economista, teórico de la revolución, propagandista libertario, prolífico escritor y conferenciante admirado en los círculos intelectuales de tu época, por entregarte comprometido a la divulgación de los ideales que defendías. Yo también te veo como sabio humanista, etólogo, sociólogo y etnógrafo sensible; adelantado analista con perspectiva de género, a juzgar por las reflexiones exhaustivas con que consideras las circunstancias diferenciales que afectan a hombres y mujeres en tus análisis de la industria y la agricultura. En palabras de Dolors Marin, eres “(…) el explorador pacífico, el cartógrafo de la libertad de pensamiento, el fraterno observador de conductas humanas o animales que le hacen respetar el planeta.” Me pregunto si estarás de acuerdo con tanto apelativo homenajeante, tú que renunciaste al reconocimiento de instituciones de renombre.

Fuiste, además, gran viajero, por afán explorador o escapando del peligro hacia el exilio: “(…) mis largos viajes, durante los cuales recorrí más de 85.000 kilómetros en carros, en vapores, en botes, y principalmente a caballo, fueron de un efecto maravilloso en el mejoramiento de mi salud. Enseñándome al mismo tiempo a lo poco que se limitan realmente las necesidades del hombre, desde el momento en que sale del círculo encantado de una civilización convencional. Con algunas libras de pan y unas onzas de té en una bolsa de cuero, una tetera y una hacha colgada de la silla, bajo ésta una manta para extenderla ante el fuego sobre una cama de ramitas de pinabete, recientemente cortadas, se disfrutara de una admirable independencia, aun en medio de las montañas desconocidas, densamente cubiertas de bosque o coronadas por la nieve”. Te produciría risa ver cómo los hombres y las mujeres, de estos tiempos que corren, viajan por el aire pertrechados con pesados equipajes, arrastrando las esclavitudes materiales de sus respectivas civilizaciones convencionales de origen, allá a dónde quiera que viajen.

Cien años hace ya que dejaste de escribir, y cien años leyéndote una y otra vez para intentar encontrar senderos posibles en este mundo inundado de explotación y opresión, mires en la dirección que mires… ¡Ay, Piotr, si supieras la que nos ha liado el neoliberalismo, que es el término ideado para designar un capitalismo que se reconvierte y perfecciona cada vez más! Te pongo al día en un par de párrafos.

Portada del libro “El Apoyo mutuo” – F. Sempere y Comp.ª Editores (alrededor de 1905)
Tus teorías acerca del apoyo mutuo como factor de evolución están en la encrucijada de casi todas nuestras discusiones aunque no lo nombremos así. Andamos inmersas en un potente debate acerca de los cuidados que precisamos las personas y una gran parte de la población niega que tanto la cooperación como la ayuda mutua son factores claves de supervivencia, como tú bien nos explicaste. Nosotras, las mujeres, lo vivimos en el día a día de manera especial, dentro y fuera de la casa. Incluso hemos dado un pequeño paso más: reivindicamos que nos sea reconocida no solo nuestra contribución a la supervivencia de la especie, sino a la economía global misma en términos cuantitativos y monetarios. Y volvemos a tus letras una y otra vez para tomar el aliento que nos falta cuando nos sentimos desoídas e incomprendidas: “Lo primero que nos sorprende cuando comenzamos a estudiar la lucha por la existencia, tanto en el sentido directo como en el figurado de la expresión, en las regiones aun escasamente habitadas por el hombre, es la abundancia de casos de ayuda mutua practicada por los animales, no sólo con el fin de educar a su descendencia, como está reconocido por la mayoría de los evolucionistas, sino también para la seguridad del individuo y para proveerse de alimento necesario. (…) El apoyo mutuo es el hecho dominante de la naturaleza, ofrece a las especies que lo practican ventajas tales que la relación de las fuerzas se halla totalmente cambiada en perjuicio de los animales de presa. El apoyo mutuo constituye la mejor arma en la gran lucha por la existencia, que los animales sostienen constantemente contra el clima, las inundaciones, los temporales, las tempestades, el hielo, etc., lucha que exige de continuo nuevas adaptaciones a las condiciones siempre nuevas de la vida (…) Siendo necesarias a la conservación, a la prosperidad y al desarrollo de cada especie, la práctica del apoyo mutuo se ha convertido en lo que Darwin hubo de definir como “un instinto permanente”, constantemente ejercitado por todos los animales sociales, incluso, naturalmente, por el hombre… Pero eso no es todo: este instinto, una vez surgido, será el origen de los sentimientos de benevolencia y la inserción parcial del individuo en el grupo; se convertirá en el punto de partida de todos los sentimientos superiores. Y sobre esta base se desarrollarán los sentimientos más elevados de justicia, de equidad, de igualdad y, en fin, lo que hemos convenido en llamar abnegación”. Lamentablemente, de abnegación y perseverancia saben pocos hombres y pocas mujeres. Se ha instalado una cierta tendencia a crecer individualmente depredando a los y las iguales, a fuerza de ciertas cegueras. Los animales se extrañarían de nuestros comportamientos al observarnos.

“Sirvienta o esposa, es sobre la mujer, ahora y siempre, con la que cuenta el hombre para librarse del trabajo del hogar. Pero por fin la mujer también reclama su parte en la emancipación de la humanidad. Ya no quiere seguir siendo la bestia de carga de la casa. Ya es suficiente con todos los años de su vida que tiene que dedicar a la crianza de sus hijos. ¡Ya no quiere ser más la cocinera, la remendona, la barrendera de la casa!” nos contabas. Y tenemos que confesarte que todavía muchas de nosotras seguimos bajo la tiranía y “la esclavitud del delantal”. La única vía de salida para liberarnos de ella ha sido encadenar a otra compañera que nos sustituya; y, le ponemos el delantal. En algún extraño caso en que el delantal se lo pone un hombre, obtiene reconocimiento y retribución por ello. Así están las cosas.

Leemos en tus escritos publicados por Eliseo Reclus durante tu permanencia en la cárcel: “(…) En cuanto a las niñas, la burguesía las corrompe desde la más tierna edad. Lecturas absurdas, muñecas coquetamente vestidas, costumbres y ejemplos edificantes de madres «honradas», nada le faltará a la niña (…)” Así mismo seguimos, Piotr. Ya antes de nacer se despliegan ingentes toneladas de mandatos de género definiendo caminos que las mujeres habremos de recorrer como buenas hijas, buenas esposas, y buenas madres. Medicalizan nuestros cuerpos de tal manera que te sorprenderían las tecnologías que asisten la maternidad y el retraso de su edad. Tú, tan defensor de la ciencia, te escandalizarías ante cómo se utiliza en beneficio de unos pocos, cosificando los cuerpos de las mujeres, patologizando malestares derivados de una organización de la vida ajena al bienestar de la mayoría de las personas. Sin embargo, las enfermedades que nos afectan a consecuencia de los trabajos que desempeñamos dentro y fuera de la casa no son tenidas en cuenta como enfermedades profesionales, y a menudo son infra diagnosticadas. “(…) que la ciencia deje de ser un lujo; todo lo contrario, que sea la base de la vida de todos. Así lo exige la justicia.” ¿Sabes? Unos pocos, han llegado a caminar por la luna; y, sin embargo, muchas personas que precisan de una silla de ruedas tienen vetados infinidad de espacios, pudiendo a duras penas conquistar su pan.

Portada del libro “La conquista del pan” – Biblioteca de Estudios (años 30). Portada por Josep Renau
Nos dijiste “(…) no te separes de los sencillos principios de la equidad igualitaria. En las relaciones igualitarias encontrarás lo que necesitas, la mayor suma de felicidad posible dadas tus escasas fuerzas; pero si sientes en ti el vigor de la juventud, si quieres vivir, si quieres gozar la vida entera, plena, desbordante –es decir, conocer el mayor goce que un ser viviente puede desear–, sé fuerte, sé grande, sé enérgico en todo lo que hagas. Siembra la vida en tu alrededor, advierte que engañar, mentir, ser astuto, es envilecerse, empequeñecerte, reconocerte débil (…)”. Te contaré que ya vivimos en sociedades formalmente igualitarias. Sin embargo, la realidad de las calles demuestra lo contrario. Se han pervertido de tal modo los conceptos de placer y dolor, gracias a la creación de necesidades superfluas como motor e impulso de la industria, que a menudo hay quien se construye sus propias cadenas –“eternos y obligados consumidores” – para vivir bajo las mismas con sonrisa feliz. Se inventaron algunos conceptos que nos distraen: una cosa llamada “coaching”; la resiliencia; el trabajo en equipo; el equipo de trabajo; y, qué sé yo qué más. Los equiparan a filosofías innovadoras, y apoyándose en ellos, desmantelan toda lucha colectiva, convenciendo a hombres y mujeres de que su éxito solo depende de sí mismos. Han impregnado profunda y nocivamente cualquier tipo de intercambio, sea material o inmaterial, cualquier área productiva e incluso la misma labor educativa. Desoyen tus principios éticos, o los convierten en privilegios, o en peligros, por prudencia aparente: “El principio igualitario resume las enseñanzas de los moralistas. Pero contiene también algo más, y ese algo es el respeto individual. Proclamando nuestra moral igualitaria y anarquista, negamos apropiarnos el derecho que los moralistas pretendiendo siempre ejercen: el de mutilar al individuo en nombre de cierto ideal que ellos creen bueno. A nadie reconocemos ese derecho, que no queremos para nosotros”.

¿Cómo hacer para explicarles tu propuesta relativa a la igualdad y a la justicia social? ¿Cómo hacer para persuadirles respecto a tu proyecto libertario? “Veíamos que una nueva forma de la sociedad empezaba a germinar en las naciones civilizadas, la cual debía reemplazar a la antigua; una sociedad de iguales, donde nadie se verá obligado a vender sus brazos y su inteligencia a aquellos que quieren emplearlos cuando y como mejor les convenga, sino que todos podrán aplicar sus conocimientos y aptitudes a la producción, en un organismo de tal modo constituido, que al mismo tiempo que combine los comunes esfuerzos, a fin de procurar la mayor suma posible de bienestar para todos, deje a cada uno la mayor libertad imaginable, con objeto de que puede manifestarse sin obstáculos toda iniciativa individual. Esa sociedad se compondrá de una multitud de asociaciones federadas para todo aquello que reclaman esta forma de agrupación: federaciones de oficios para la producción general, agrícola, industrial, intelectual, artística; municipios encargados de organizar el consumo, proporcionando alojamiento, alumbrado, alimentos, servicios sanitarios etc.; federaciones de los municipios entre sí, y de éstos con las organizaciones del oficio, y, finalmente, grupos más extensos, abarcando una o varias regiones, compuestos de individuos encargados de colaborar en la satisfacción de aquellas necesidades económicas, intelectuales, artísticas y morales que no se hallan limitadas a un país determinado. Todo esto se combinará directamente por medio del concierto libre, (…) Habrá libertad completa para el desenvolvimiento de nuevas formas de producción, inventos y organización, y la iniciativa individual será estimulada, haciéndose lo contrario con la tendencia hacia la uniformidad y centralización. Además esta sociedad no estará cristalizada en ciertas e invariables formas, sino que modificará continuamente su aspecto, porque será un organismo vivo y sujeto a la evolución, no sintiéndose la necesidad de tener gobierno, porque el libre acuerdo y la federación lo reemplazarán en todas aquellas funciones que el Estado considera suyas al presente, y porque también, habiéndose reducido las causas del conflicto, los que aún se vean surgir pueden someterse fácilmente al arbitraje”.

Pues, en esas estamos: vendiendo brazos, vendiendo riñones, vendiendo óvulos y esperma. En esta mercantilización de los cuerpos se dan incluso casos de venta de órganos, de alquiler de vientres, y de alquiler de cuerpos con fines sexuales. Y si alguien denuncia los hechos amparándose en principios éticos, le señalan con el dedo protegiéndose con los espejismos de la supuesta libertad de elección y el consenso entre las partes. Qué necesario tu optimismo revolucionario, y tu claridad expositiva para afrontar todo esta barbarie, todo este salvajismo ante el que una gran mayoría se muestra escéptica.

Nos dijiste: “¿Queremos tener la libertad de hablar y escribir lo que sintamos; el derecho de reunirnos y organizarnos? Pues no debemos esperar que el permiso nos venga del Parlamento o que una ley mendigada al Senado nos autorice. Constituyamos una fuerza organizada, capaz de enseñar los dientes, como se dice vulgarmente, a cualquiera que intente restringir el derecho de palabra y de reunión, seamos fuertes, y podremos estar seguros de que nadie nos discutirá el derecho de hablar, escribir y publicar lo que queramos. El día que, unidos los explotados, podamos salir en número de algunos miles a la calle, a tomar directamente la defensa de nuestros derechos, nadie intentará disputarnos los ya conquistados y reivindicaremos a nuestro favor otros muchos a los que tenemos derecho. Entonces, y sólo entonces, habremos adquirido derechos que en vano pediríamos durante decenas de años a las Cortes y al Senado; además, la garantía de esos derechos será bastante más sólida que si estuviera escrita en papeles más o menos limpios. Las libertades no se dan, se toman.” Nos lo creímos, pero si vieras cómo estamos en estos últimos tiempos, no darías crédito. Te asombraría comprobar cómo se ha instalado una idea de libertad completamente desprovista de contenido entre las capas de la sociedad más empobrecidas, en beneficio de unas pocas personas cuyas libertades desprovistas de toda ética están protegidas por ley, y atropellan las libertades del resto de los hombres y las mujeres.

Una red férrea de privilegiados, ajena a toda frontera –porque como bien indicaste “el capital no tiene patria” – te encontrarías si regresaras a transitar los caminos que recorriste en tus viajes. Nadie parece hacerse las preguntas que tan bien tú te hiciste: “Pero ¿qué derecho tenía yo a estos goces de un orden elevado, cuando todo lo que me rodeaba no era más que miseria y lucha por un triste bocado de pan, cuando por poco que fuese lo que yo gastase para vivir en aquel mundo de agradables emociones, había por necesidad de quitarlo de la boca misma de los que cultivan el trigo y no tienen suficiente pan para sus hijos?”

Portada del libro “Palabras de un rebelde” – Editorial Edhasa (2001)
Nos dijiste: “Una sociedad reorganizada, tendrá que abandonar el error de pretender especializar las naciones, ya sea para la producción industrial o la agrícola, debiendo cada una contar consigo misma para la producción del alimento, y de mucha parte, o casi toda, de las primeras materias, teniendo al mismo tiempo que buscar los mejores medios de combinar la agricultura con la manufactura, el trabajo en el campo con una industria descentralizada, y viéndose obligada a proporcionar a todos una «educación integral», la cual, por si sola, enseñando ciencia y oficio desde la niñez, dote a la sociedad de las mujeres y los hombres que verdaderamente necesita. Que cada nación sea su propio agricultor y manufacturero; que cada individuo trabaje en el campo y en algún arte industrial; que cada uno combine el conocimiento científico con el práctico: tal es, lo afirmamos, la presente tendencia de las naciones civilizadas.”

Te cuento que nada más lejano nos acontece. Si vinieras, Piotr, encontrarías en las tiendas productos venidos de bien lejos, de dudosa calidad, producidos en condiciones miserables para quienes los producen, con escasos beneficios para nuestra salud, y con pingües beneficios para el capital. Su precio, inferior al de lo producido en la proximidad, nos obliga a su consumo; y, la dependencia instalada pretende justificar que los salarios, en aras de la competitividad, sean inhumanos, aquí y allá. Quienes firman los acuerdos comerciales para que esto suceda, visten corbata o tacones, dicen que se dedican al trabajo intelectual, planifican siembras, cosechas, amarres temporales de los navíos y rentabilidades financieras pero no se agacharon nunca ni a recoger una patata ni salieron a la mar a pescar en plena tempestad. Tampoco saben lo que es no tener casa en la que dormir o no poder calentar una sopa para cenar. A esto le llamamos alegremente sin hogarismo, y pobreza energética. Lo hemos teorizado, pero se nos olvidó combatirlo.

Respecto a tu brillante propuesta en materia de jornadas de trabajo: “Por lo demás, una comunidad organizada bajo el principio de que todos fueran trabajadores, sería lo bastante rica para convenir en que todos sus miembros, lo mismo mujeres que hombres, una vez llegados a cierta edad, por ejemplo, desde los cuarenta en adelante, quedasen libres de la obligación moral de tomar una parte directa en la ejecución del trabajo manual necesario, pudiendo así estar en condición de dedicarse por completo a lo que más le agradara en el terreno de la ciencia, del arte o de un trabajo cualquiera. Y los adelantos de todo género y en todos sentidos, surgirían con seguridad de tal sistema; en una comunidad semejante no se conocería la miseria en medio de la abundancia ni el dualismo de la conciencia que envenena nuestra existencia y ahoga todo noble esfuerzo, pudiéndose libremente emprender el vuelo hacia las más elevadas regiones del progreso compatibles con la naturaleza humana.” Te asombraría saber que las personas por aquí nos vemos obligadas a trabajar hasta más allá de los sesenta y cinco años, y que esa edad se irá retrasando progresivamente. No tiene nada que ver con exceso de trabajo: la juventud tiene muchas dificultades para encontrar su primer empleo y adquirir experiencia; y, al igual que las mercancías trasgreden las fronteras geopolíticas, también las personas somos susceptibles de convertirnos en mercancías para concentrarnos, gracias a las migraciones, en espacios geográficos concretos, y contribuir, sin sentirnos responsables, al deterioro de las condiciones laborales y al deterioro del bienestar del planeta y de sus habitantes.

Admiro con qué precisión nos indicaste el camino a seguir: “No: el bienestar para todos no es un sueño. Podía serlo cuando a duras penas lograba el hombre recolectar ocho o diez hectolitros de trigo por hectárea o construir por su propia mano los instrumentos mecánicos necesarios para la agricultura y la industria. Ya no es un sueño desde que el hombre ha inventado el motor que, con un poco de hierro y algunos kilos de carbón, le da la fuerza de un caballo dócil, manejable, capaz de poner en movimiento la máquina más complicada. Más, para que el bienestar llegue a ser una realidad, es preciso que el inmenso capital deje de ser considerado como una propiedad privada, de la que el acaparador disponga a su antojo. Es menester que el rico instrumento de la producción sea propiedad común, a fin de que el espíritu colectivo saque de él los mayores beneficios para todos. Se necesita la expropiación”.

Nos advertías certero: “Al obligar a nuestros hijos a estudiar cosas reales, de meras representaciones gráficas, en vez de procurar que las hagan ellos mismos, somos causa de que pierdan un tiempo muy precioso; fatigamos inútilmente su imaginación; los acostumbramos al sistema más malo de aprender; matamos en flor la independencia del pensamiento, y rara vez conseguimos dar un verdadero conocimiento de lo que nos proponemos enseñar. Un carácter superficial, el repetir como loros, y la postración e inercia del entendimiento, son el resultado de nuestro método de educación: no los enseñamos el modo de aprender; y hasta los principios mismos de la ciencia se les dan a conocer por medio del sistema tan pernicioso, habiendo muchas escuelas en las que se enseña hasta la aritmética en su forma más abstracta, llenándose las cabezas de las pobres criaturas solamente de reglas.” Las reformas educativas se suceden, y tanto docentes como discentes salen a menudo sumidos en brutal descontento de las aulas. Se te lee poco en ellas, Piotr, tú tan necesario.

Portada del libro “Campos, fábricas y talleres” – Editorial Descontrol (2015)
Es cierto que ahora mismo quien quiera hacerlo no tendrá que buscarte en los estantes de una biblioteca. Desde hace unos treinta años disponemos de algo parecido a una biblioteca suspendida en el aire de manera invisible, y casi incomprensible, en la que podemos encontrar tus obras con solo pulsar con un dedo sobre una línea en un dispositivo electrónico rectangular de unos seis por quince centímetros. No sé muy bien cómo explicarlo. Escribo tu nombre en él y aparecen “La conquista del pan”; “El apoyo mutuo”; “Palabras de un rebelde”; “Las prisiones”; “La moral”; “Memorias de un revolucionario”; “Ética”; “Campos, fábricas, talleres”; “La Comuna de París”; “El asalariado”; “Trabajo intelectual y trabajo manual”; “La ciencia moderna y el anarquismo”; “La gran revolución francesa”; y, “La moral anarquista”. También dicen que a través de ese mismo dispositivo nos vigilan; que investigan nuestros comportamientos; y, que dirigen nuestras vidas. Algo cierto debe ser, pero como parece facilitarnos algunos trámites, miramos para otro lado desoyendo las advertencias. Ya me gustaría saber qué opinión te merece a ti todo esto.

Sin embargo, me ha resultado imposible encontrar noticias detalladas acerca de Sofía Anániev (1856 – 1938), tu compañera, que se trasladó para residir cerca de la prisión en que estabas, y que se ocupó de tus conferencias así como de tus artículos cuando te fallaba la salud. Sé que al igual que tú, rebelde, renunció a los privilegios familiares y que publicó una novela. Imposible encontrarla. Decías de ella: “(…) con el concurso de mi mujer, con quien solía discutir sobre todos los acontecimientos y los trabajos realizados, y que ejercía una severa crítica literaria sobre estos últimos (…)”. Si pudieras contarme más cosas acerca de ella…

¡Ah! Y decirte que hace poco la editorial La linterna sorda ha publicado por vez primera tu obra “La literatura rusa. Los ideales y la realidad” en castellano. Ana Muiña introduce la obra con unos datos biográficos sobre ti y un montón de fotos acompañan la publicación. Me han venido muy bien todas tus apreciaciones para repasar a los grandes de la literatura rusa durante unos días en que no nos permitían salir de casa. Dos líneas para explicarte breve y no extenderme demasiado: hemos estado confinados en nuestros hogares, – quienes los tienen, quiero decir- con motivo de una pandemia que además de muchas muertes por todo el planeta, ha producido despidos masivos de asalariados y asalariadas, y crecimiento desmedido de las mayores fortunas, concentradas en manos de unas pocas personas.

Así las cosas, me gustaría escucharte vaticinando cambios, ya que las circunstancias están servidas sobre nuestras mesas vacías, como cuando nos decías: “(…) estoy más profundamente convencido que antes, si es posible, de que una combinación cualquiera de circunstancias accidentales puede hacer estallar en Europa una revolución que se extienda como la del 48 y sea mucho más importante, no el sentido de mera lucha entre partidos diferentes, sino en el de una profunda y rápida reconstrucción social, y tengo el convencimiento de que, que cualquiera que sea el carácter que semejante movimiento pueda tomar en diferentes países, en todas partes se manifestará un conocimiento más profundo de los cambios que se necesitan de lo que jamás se ha dado a conocer durante los seis siglos últimos, en tanto que la resistencia que el movimiento encuentre en las clases privilegiadas apenas tendrá el carácter de obtusa obstinación que hizo tan violentas las revoluciones de los tiempos pasados. La obtención de este gran resultado justifica bien los esfuerzos que tantos millares de seres de ambos sexos (…)”

Y ya sé, ya lo sé: “(…) esperar la Revolución Social como quien espera un aguinaldo, sin que venga precedida y anunciada por pequeños actos de rebelión y diversos movimientos insurreccionales, es acariciar una vana y pueril esperanza.”

Bueno, Piotr, lo dicho, que te seguimos leyendo, porque nos haces mucha falta, y porque a pesar del tránsito de un siglo, tenemos aún demasiadas tareas pendientes: queda casi todo por hacer.

Firmado: Una mujer, muchas mujeres. Un hombre, muchos hombres.

Colin Jones: «En la Revolución Francesa el terror fue inevitable». Entrevista

Colin Jones: «En la Revolución Francesa el terror fue inevitable»

Entrevistas

07 Jun 2023/DANIEL ARJONA / Colin Jones

https://www.zendalibros.com/colin-jones-en-la-revolucion-francesa-el-terror-fue-inevitable/?s=03

Cuando en la tarde del 10 de termidor (28 de julio) de 1794 subieron a la carreta que le conduciría a la guillotina a un hombre agonizante y empapado en sangre con una bala alojada en la mandíbula que le impedía hablar, Robespierre pidió una pluma y un papel. Se la negaron. Y así, quien un día antes era la persona más poderosa de Francia, aquel que siempre se había ocupado, con su oratoria tan prodigiosa como espeluznante, de dar detalladas explicaciones de todos sus actos, no tuvo la oportunidad de dar su versión acerca de los increíbles acontecimientos que habían propiciado que su cabeza acabara rodando por la plaza de la Revolución de París en sólo 24 horas. Más de dos siglos después, el silencio del Incorruptible aún alimenta las especulaciones de los historiadores.

Historiadores como el británico Colin Jones, que acaba de publicar en español un libro arrebatador de tensión casi difícilmente soportable, una obra de historia que se disfruta como el mejor capítulo de Netflix y que se ocupa con obsesivo detalle de aquel 9 de termidor en el que la Revolución Francesa entonaría su último y definitivo canto del cisne: La caída de Robespierre: 24 horas en el París Revolucionario (Crítica, 2023). «He tratado de ofrecer una visión de cerca para cuestionar dos siglos de malas lecturas sobre lo ocurrido entonces», nos explica Jones cuando le preguntamos al respecto.
Pongamos en antecedentes. En el verano de 1794, la Revolución Francesa enfrenta un momento decisivo. Tras asombrar al mundo en 1789 con la toma de la Bastilla y la Declaración de los Derechos del Hombre, después del derrocamiento del rey Luis XVI en 1792 y su posterior ejecución, y tras la insurrección parisina de principios de junio de 1793 que expulsa a la derecha girondina de la Asamblea e impone un Comité de Salvación Pública cuasi dictatorial con el jacobino Robespierre como figura más relevante, se ha desatado el Terror. Una Francia contra las cuerdas debido a la invasión extranjera y a las insurrecciones internas, como la Vendée, logra sobrevivir in extremis reclutando un gigantesco ejército de leva y pasando por la guillotina a cada vez más remesas de enemigos internos, reales o imaginados. Y entonces, en 1794, cuando la situación ha sido milagrosamente salvada, un discurso impartido por Robespierre la mañana del 9 de termidor, donde parece atisbarse una nueva purga, acelera su fin en una única y vertiginosa jornada. Hay que matar o ser matado.

******

—Leyendo La caída de Robespierre el lector se pregunta a menudo, incrédulo: «¿Cómo lo sabe el autor?». Usted explica en la introducción que es difícil hallar otro día de todo el siglo XVIII sobre el que las fuentes sean tan abundantes. Pero entonces la pregunta es otra: ¿cómo se organiza semejante caudal de información en una narrativa que funcione?

«Muchas personas que han leído después el libro me han confesado que, aunque sabían que al final Robespierre caía, no podían dejar de leer para ver cómo demonios iba a ocurrir»
—Sí, fue muy complejo, precisamente por la abundancia y la riqueza del material. Lo más emocionante es que no sólo contamos con las fuentes oficiales, sino también con las voces de muchos de los protagonistas involucrados en la historia de aquel día. Eso me permitió contarlo todo en esta secuencia inusual de 24 horas que incluye flashbacks, con el fin de mantener el ritmo. Desarrollé varias estrategias compositivas totalmente diferentes, en muchos casos más propias de un novelista o de un guionista. Y lo mejor fue que muchas personas que han leído después el libro me han confesado que, aunque por supuesto sabían que al final Robespierre caía, no podían dejar de leer para ver cómo demonios iba a ocurrir.

—Le confieso que una de las decepciones de su libro es la figura del propio Robespierre. ¿No desencadena él mismo, con su paranoia y sus estúpidos errores, el alucinante proceso que conduce a su caída del poder y a su ejecución en solo 24 horas?

—Es una buena apreciación. Precisamente le di muchas vueltas a cómo presentar a Robespierre, porque se trata de una figura tan conocida que, por ejemplo, hoy en Francia todo el mundo tiene una idea clara, a favor o en contra, sobre él. Si nos fijamos en Robespierre durante la primera mitad de la Revolución, no podemos dejar de admirarle. Si hubiera muerto en 1789, sería una figura increíble y visionaria. Pero después, en el periodo en el que precisamente yo me centro en el libro, Robespierre había perdido el hilo de la Revolución. Algunos historiadores han asegurado que en sus últimos días se hallaba mentalmente enfermo, pero no lo creo. Lo que creo es que se hallaba sometido a muchísima presión, encajonado por las contradicciones de su propia visión. Tiene claro que la Revolución debe seguir adelante en busca de una sociedad mejor y, al mismo tiempo, se da cuenta de que está empezando a perder el apoyo de la Convención y del Comité de Salvación Pública. Y tiene razón: sus compañeros intentan tener paciencia con él, pero se muestra intratable, pendiente de ficticias conspiraciones, y ya no es posible trabajar con él.

—Asombra comprobar cómo no había en realidad diferencias ideológicas de peso entre los dos grupos enfrentados, sino rencillas y odios personales. ¿Fue la Revolución la que devoró a sus hijos, o más bien los celos y el poder?

«Los parisinos participaron activamente en los hechos, poniéndose del lado de la Convención con el fin de defenderla»
—Es sorprendente eso, sí. Porque pese a la reconstrucción termidoriana posterior de la historia, los arquitectos del derrocamiento de Robespierre son sus propios aliados. Hasta casi al final, como decía, han sido muy pacientes, le han dado cancha, han buscado acuerdos, pero cuando el 9 de termidor Robespierre da su discurso en la Convención, en el que advierte de una nueva conspiración en marcha y parece anunciar una nueva purga, por primera vez los diputados se le enfrentan, ha llegado demasiado lejos. Y todo ocurre, sí, por cuestiones personales y pequeñas diferencias, todo ocurre, en fin, de forma tan rápida como inesperada, especialmente para el propio Robespierre. Apenas unos meses después se produce una reacción conservadora y los cuatro responsables de la caída de Robespierre… ¡son a su vez perseguidos por formar parte de su régimen de terror! He buscado revisar la narrativa del 9 de termidor en varios puntos fundamentales, como el de la participación de las masas. Y ahí debo decir que, sinceramente, creo que le he dado la vuelta a dos siglos de malas lecturas de los hechos. Casi todo el mundo pensaba que la gente de París estaba harta de la Revolución y del terror y se fueron a su casa aquel día permitiendo el derrocamiento de Robespierre. Pero cuando estudias al detalle lo ocurrido, comprendes que eso no es cierto. En realidad los parisinos participaron activamente en los hechos, poniéndose del lado de la Convención con el fin de defenderla.

—¿Eran ciertas las sospechas de sus opositores? ¿El Incorruptible aspiraba a tomar todo el poder tras una nueva purga y convertirse en tirano? ¿Conocemos las intenciones de Robespierre?

—¡No las conocemos! Ja, ja, ja. Lo asombroso es que, a lo largo de su carrera, Robespierre siempre ha dado explicaciones claras de lo que hacía y por qué. Y el 9 de termidor, su último día, ¡no dice nada! El final de Robespierre está marcado por su silencio. Esto es así porque Robespierre fue el mejor orador de su tiempo y sus enemigos comprenden que, en esos momentos cruciales, no pueden permitirle hablar. Cuando le capturan malherido con una bala en la mandíbula, no sabemos si porque le han disparado o porque ha intentado suicidarse, sus heridas no le permiten hablar y pide una pluma. Quiere escribir algo, contar lo que ha ocurrido, pero se niegan a darle esa pluma y muere en silencio. Nunca sabremos lo que quería decir. Así pues, todos los historiados sólo podemos intentar adivinar qué tenía en la cabeza. ¿Qué es lo que creo yo? Si nos fijamos en sus acciones las semanas previas al 9 de termidor vemos similitudes con lo ocurrido en la journée de mayo de 1793, cuando expulsa a los girondinos de la Asamblea. Robespierre ataca de nuevo a sus oponentes e intenta hacer partícipe de ese ataque al conjunto de la nación. Sí, lo más probable es que ahora estuviera preparando una nueva purga, pero aún no está preparado. Piensa que el tiempo juega a su favor, no espera resistencia. Y se equivoca. Tal vez su silencio se explique porque no tiene nada que decir, porque se encuentra completamente atónito.

—El terror ha dividido hasta hoy a los historiadores conservadores, que lo ven como el modelo del terror totalitario estalinista, y a los progresistas, que lo justifican por la difícil situación del país. Hobsbawm, por ejemplo, explicaba que el terror mató mucho menos que la represión de la Comuna en 1871. A riesgo de hacer historia ficción, te pregunto: ¿sin el terror la revolución habría sucumbido en 1793? ¿O más bien es el propio terror el que acaba con una revolución que podría haber derivado hacia un sistema liberal?

«La propia Revolución americana anterior, que suele ponerse como ejemplo, resulta también más sangrienta que el terror de 1793»
—Esa de una de esas preguntas que, para responderla, uno pregunta a su vez: «A ver, ¿cuánto tiempo tengo?». Ja, ja, ja. Digamos algunas cosas. En mi libro yo nunca escribo «el terror» con mayúsculas, y el motivo es que yo cuento la historia de aquel día hora a hora y entonces nadie utilizaba el término de semejante manera. Eso demuestra también que el 9 de termidor no puede ser un movimiento para acabar con el terror, porque el terror aún no existe como ese concepto que más tarde se convertirá en un fetiche. Pero por otro lado uno tiene que aceptar que el uso de la violencia y la intimidación es enorme entonces. Parece difícil imaginarse a Francia teniendo éxito contra todos sus enemigos de Europa sin, por un lado, las políticas de movilización del estado del bienestar radical que anima a la gente a presentarse a combatir y, por otro, sin la amenaza del terror para aquellos que no quieran ayudar. De hecho, cuando la oposición desata la guerra civil, de una forma u otra, tenía que haber una acción armada, el terror era inevitable. Pero, como algunos historiadores han estudiado recientemente, entonces ese terror se entiende como un atributo normal de un gobierno normal. El gobierno acepta que se sostiene por la acción de la fuerza legislativa pero también gracias al terror, que puede entenderse como positivo. Y por último, Hobsbawm, como dice usted, tiene razón: las muertes y las deportaciones por la Represión de la Comuna son muy superiores a las del Terror, pero no solo. La propia Revolución americana anterior, que suele ponerse como ejemplo, resulta también más sangrienta que el terror de 1793. ¿Cuántas fueron las víctimas del terror, ya sea por guillotina o por otros medios de la legislación revolucionaria? Lo cierto es que esa cifra se ha revisado al alza recientemente. Si hace décadas se mencionaba entre 30 y 40.000 muertos, trabajos recientes dan cuenta de un número de muertes totales de todos los bandos durante la Revolución de 250.000 personas. Es un número desde luego importante, pero que queda relativizado si lo comparamos con otros lugares del mundo en el mismo periodo.

—La ferocidad de la cuestión religiosa durante la revolución es tremenda. En sociedades como las nuestras, mucho más laicas que la francesa a finales del XVIII, sobrecogen hechos como la ejecución de las 16 monjas carmelitas de Compiègne. Robespierre parece darse cuenta de que no pueden eliminar la religión sin más, y se inventa para sustituirla lo de la Fiesta del Ser Supremo, algo que le parece ridículo a sus compañeros y que contribuye a precipitar su caída. ¿No entendió, como advirtió Fouché después de combatir la insurrección realista y católica, que el pueblo jamás preferiría la copia al original?

—La religión es tremendamente importante para entender todo aquello, y lo ocurrido entonces condicionó la política francesa durante siglos. Si te fijas en los lugares de Francia donde se opusieron a la constitución civil del clero y los comparas con los votos cosechados allí durante la tercera y cuarta república compruebas que allí los partidos conservadores arrasaban. Las batallas religiosas son esenciales en la historia de Francia. Y el momento de descristianizar la Revolución es tan poderoso que nos dice algo de un anticlericalismo previo muy extendido. Robespierre se da cuenta de que la religión es crucial y le preocupa que radicales como Fouché, con su furia anticristiana, empujen al campesinado a la contrarrevolución. Por eso se inventa ese paraguas del culto al Ser Supremo que pueda agrupar a creyentes y no creyentes bajo un culto estatal. Pero claro, los católicos no estaban dispuestos a comulgar con esas ruedas de molino. Y por último, a sus compañeros de la Convención todo esto les alarma. ¿Es que acaso pretende montar Robespierre, que lidera las procesiones del Ser Supremo, una teocracia?

—Afirma al final del libro que el movimiento popular del 8 de termidor no buscaba acabar con un sistema de gobierno, como se ha dicho después, sino todo lo contrario: buscaba protegerlo. ¿No es una ironía que la izquierda de la Montaña organice el derrocamiento de Robespierre, tenga éxito y, sin embargo, ese éxito marque también el comienzo de su ocaso, de la contrarrevolución? ¿Era Francia en realidad mucho menos revolucionaria de lo que parecía durante el terror?

«Muchos franceses consideraban que la Revolución era algo por lo que merecía la pena morir»
—Es una de las grandes ironías de la historia. Son los izquierdistas los que derrocan a Robespierre y, como comentaba antes, apenas unos meses después ellos mismos son vistos como los arquitectos del terror y sus vidas corren peligro. Pero la otra ironía es que si bien el 8 de termidor es una victoria del pueblo de París, esa victoria acaba por desencadenar una reacción que elimina todas las políticas sociales que beneficiaban a ese pueblo. Por último, como bien señala, si salimos de París y atendemos al conjunto de Francias, observamos un país muy conservador, campesino en un 75% y muy apegado a la iglesia católica. Pero no olvidemos que la Revolución ha reclutado un ejército gigantesco de más de un millón de hombres, un hecho inédito es la historia y que no tendrá parangón hasta el siglo XX. Muchos franceses consideraban que la Revolución era algo por lo que merecía la pena morir.

—Terminamos. ¿Fue verdaderamente la Revolución Francesa un modelo para los radicales y sangrientos choques ideológicos del siglo XX? ¿Podríamos decir de alguna forma que Lenin es un Robespierre que tiene éxito?

—Es una gran pregunta. Y Hobsbawm la respondió afirmativamente: sí, la Revolución Francesa fue el modelo. Los bolcheviques tuvieron muy presentes a los jacobinos. Pero ya no, el modelo de la Revolución Francesa ya no funciona. Han cambiado tantas cosas que podríamos decir que vivimos en una era post Revolución Francesa.

4.8/5 (47 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)

Sobre la historia,  y la prehistoria de los vascos, sus mitos h su utilización espera por las ideologías e intereses políticos

[23/2 18:36] Mikel-Tar: No soy uno de los vascos que viven de los mitos de la prehistoria (interpretar decenas, cientos o miles de años a partir de restos interpretados por expertos que fifieren en sus opiniones). Me preocupa más las tendencias de dominio del poder mundial. Soy un vasco confederal (unión en el apoyo mutuo desde la soberanía de las partes) que desea la soberanía y la unidad de los territorios vascos así vistos en la actualidad, en el respeto de la diversidad de loas ciudadanos vascos que conviven en ella.  Claro, me interesa la historia y también las controversias sobre la nuestra desde las cavernas hasta ayer; de ella forman parte los mitos, las leyendas y las ideologías e intereses que en ella han intervenido e intervienen buscando justificar los actuales repartos territoriales y humanos en  función de esas ideologías y búsqueda del poder. Te agradezco tu interés y respeto. Salud.

Análisis geoestrategico político y militar de los porqués de la GUERRA en UCRANIA entre Rusia y la OTAN. Conferencia de Harold Kujat, general alemán retirado

Entorno a la guerra en Ucrania

[23/2 12:12] Mikel-Tar: Merece reflexionar y difundir:

Análisis geoestrategico político y militar de los porqués de la GUERRA EN UCRANIA entre Rusia y la OTAN

Harold Kujat, general retirado

Ucrania perderá la guerra y Rusia ganará. «La clave en la guerra de Ucrania es la paz negociada» (como ese acuerdo entre Rusia y Ucrania que malograron USA UE y la OTAN en las pasadas negociaciones de Estambul).
El motivo es la obsesión de los USA en impedir la unión eventual de Rusia (capacidad productiva y materias primas) y Alemania (capitales y tecnologias): «Rusia y Alemania juntas son las únicas que pueden disputar la hegemonía a los USA», George Fridman.

Esta conferencia del general retirado Kujat, se celebró en Berlín poco antes de la «Conferencia de Seguridad anual de Múnich», 27/2/2023.

[23/2 12:19] Mikel-Tar: ☝️El caso es que corremos un serio peligro de que la guerra en Ucrania acabe siendo una guerra total europea, incluida el uso de armas atomicas limitadas.
¿Por qué no nos estamos movilizando por un rápido alto el fuego y una paz negociada entre las partes…?

12 – ¿Qué hay de irónico en la visión de Morrow de la revolución? – Los marxistas y el anarquismo español – AnarchistFAQ

12 – ¿Qué hay de irónico en la visión de Morrow de la revolución? – Los marxistas y el anarquismo español – AnarchistFAQ

18 de February del 2024

https://www.federacionanarquista.net/12-que-hay-de-ironico-en-la-vision-de-morrow-de-la-revolucion-los-marxistas-y-el-anarquismo-espanol-anarchistfaq/?s=03

De parte de Libértame 364 puntos de vista

Tan irónico como los comentarios de Morrow respecto a las milicias democráticas (ver la última sección) es su argumento de que la revolución necesitaba «dar a los comités de fábrica, comités de milicia, comités campesinos, un carácter democrático, haciéndolos elegir por todos los obreros de cada unidad; reunir a estos delegados electos en consejos de aldea, ciudad, región…[y] un congreso nacional» [Op. Cit., p. 100].

Sin embargo, es un tanto irónico que un trotskista los presente como algo opuesto al anarquismo cuando, de hecho, son anarquismo puro. De hecho, los anarquistas llevaban argumentando a favor de los consejos obreros más de cinco décadas antes de que Lenin descubriera la importancia de los soviets rusos en 1917. Además, como indicaremos, lo que es aún más irónico es el hecho de que el trotskismo en realidad no ve estos órganos como una expresión de la autogestión y el poder de la clase obrera, sino más bien como un medio del partido para tomar el poder. Además, también debemos tener en cuenta que fueron Lenin y Trotsky quienes ayudaron a socavar los comités de fábrica de los trabajadores rusos, los comités de milicia, etc., en favor del dominio del partido. Discutiremos cada una de estas ironías sucesivamente.

En primer lugar, como se ha señalado, la posición declarada de Morrow es exactamente lo que Bakunin y el movimiento anarquista habían estado argumentando desde la década de 1860. Citando a Bakunin:

«la alianza federativa de todas las asociaciones de trabajadores . ..constituye la Comuna . ..todas las provincias, comunas y asociaciones . …reorganizándose primero en líneas revolucionarias… ..constituirán la federación de asociaciones, comunas y provincias insurgentes . …[y] organizará una fuerza revolucionaria capaz de derrotar a la reacción …[y para la] autodefensa …[La] revolución en todas partes debe ser creada por el pueblo, y el control supremo debe pertenecer siempre al pueblo organizado en una federación libre de asociaciones agrícolas e industriales …organizadas desde abajo hacia arriba por medio de la delegación revolucionaria. . .»[Michael Bakunin: Selected Writings, p. 170-2]

«La futura organización social debe hacerse únicamente de abajo arriba, por la libre asociación o federación de los trabajadores, primero en sus sindicatos, luego en las comunas, regiones, naciones y finalmente en una gran federación, internacional y universal»[Op. Cit., p. 206].

He aquí a Kropotkin presentando la misma visión:

«¿qué medios puede proporcionar el Estado para abolir este monopolio [de clase] que la clase obrera no podría encontrar en sus propias fuerzas y grupos? . … ¿Qué ventajas podría proporcionar el Estado para abolir estos mismos privilegios? ¿Podría su maquinaria gubernamental, desarrollada para la creación y mantenimiento de estos privilegios, ser utilizada ahora para abolirlos? ¿No requeriría la nueva función nuevos órganos?¿Y estos nuevos órganos no tendrían que ser creados por los propios trabajadores, en sus sindicatos, en sus federaciones, completamente al margen del Estado? … Comunidades independientes para las agrupaciones territoriales, y vastas federaciones de sindicatos para las agrupaciones por funciones — las dos entrelazadas y apoyándose mutuamente para responder a las necesidades de la sociedad — …agrupaciones por afinidades personales …….permitir la satisfacción de todas las necesidades sociales: consumo, producción e intercambio, comunicaciones, disposiciones sanitarias, educación, protección mutua contra la agresión, ayuda mutua, defensa territorial» [Modern Science and Anarchy, pp.164-5].

«la completa independencia de las Comunas, la Federación de comunas libres y la revolución social en las comunas, es decir, la formación de grupos productivos asociados en lugar de la organización estatal» [citado por Camillo Berneri, «Peter Kropotkin: His Federalist Ideas», pp. 268-282, The Raven Vol. 8, nº 2, p. 275].

Bakunin también menciona que los defensores de la revolución tendrían voz y voto en la estructura revolucionaria

«La Comuna se organizará mediante la federación permanente de las Barricadas y mediante la creación de un Consejo Revolucionario compuesto por …delegados de cada barricada …investidos de mandatos plenarios pero responsables y removibles»[Op. Cit., p. 171]

Esto obviamente es paralelo a la naturaleza democrática de las milicias de la CNT.

Curiosamente, Marx comentó que «extrañas barricadas, estas barricadas de la Alianza [la organización anarquista de Bakunin], donde en vez de luchar se pasan el tiempo redactando mandatos» [Marx, Engels y Lenin, Anarchism and Anarcho-Syndicalism, p. 111]. Obviamente, la importancia de la autogestión de la milicia se le escapó tanto como a Lenin y Trotsky: bajo el Estado de Marx, ¿serían sus defensores carne de cañón, obedeciendo a su gobierno y a sus oficiales sin la capacidad de ayudar a determinar la revolución por la que luchaban? Parece que sí. Además, Marx cita el apoyo de Bakunin a «delegados responsables y revocables, investidos de sus mandatos imperativos» sin comentar el hecho de que Bakunin predijo en varios años esas características de la Comuna de París que Marx elogió en su Guerra Civil en Francia. Parece que Morrow no es el primer marxista que se apropia de ideas anarquistas sin acreditar su fuente.

Como se puede ver, la sugerencia de Morrow sobre cómo impulsar la Revolución Española no hace más que repetir las ideas del anarquismo. Cualquiera que esté familiarizado con la teoría anarquista no se sorprendería por esto, ya que sabría que hemos visto una federación libre de asociaciones laborales y comunales como base de una revolución y, por lo tanto, de una sociedad libre desde los tiempos de Proudhon. Así, la visión «trotskista» de Morrow de una federación de consejos obreros reproduce en realidad ideas anarquistas básicas, ideas que son anteriores en más de medio siglo al apoyo de Lenin a los soviets como base de su «estado obrero» (indicaremos la diferencia fundamental entre la visión anarquista y la trotskista a su debido tiempo).

Como un aparte, y como señalamos en la sección H.1.4, estas citas de Bakunin y Kropotkin son una burla a la afirmación de Lenin de que los anarquistas no analizan «qué poner en lugar de lo que ha sido destruido [es decir, la vieja máquina estatal] y cómo» [Essential Works of Lenin, p. 362]

Los anarquistas siempre han sugerido una respuesta clara a con qué debemos «reemplazar» al Estado – a saber, federaciones libres de organizaciones de la clase obrera creadas en la lucha contra el capital y el Estado. Afirmar lo contrario es o bien desconocer la teoría anarquista o tratar de engañar.

Algunos anarquistas como Bakunin y los anarcosindicalistas y colectivistas veían estas organizaciones basadas principalmente en sindicatos libertarios complementados por cualquier organización creada en el proceso de la revolución («La sociedad futura no debe ser otra cosa que la universalización de la organización que la Internacional ha formado para sí misma» — «La Circular Sonvillier» haciéndose eco de Bakunin, citado por Brian Morris, Bakunin: The Philosophy of Freedom, p. 61]

Otros, como Kropotkin y los anarcocomunistas, la veían como una federación libre de organizaciones creadas por el propio proceso revolucionario. Mientras que los anarquistas no presentaron un anteproyecto de lo que ocurriría después de la revolución (y con razón) sí proporcionaron un esquema general en términos de una federación descentralizada y libre de asociaciones de trabajadores autogestionadas, además de vincular estas futuras formas de autogobierno de la clase obrera con las formas generadas en la actual lucha de clases en el aquí y ahora.

De manera similar, la otra afirmación de Lenin de que los anarquistas no estudian «las lecciones concretas de las revoluciones proletarias anteriores» [Ibíd.] es igualmente infundada, como cualquiera que lea, digamos, la obra de Kropotkin se daría cuenta pronto (por ejemplo, La gran revolución francesa, La ciencia moderna y la anarquía o su folleto «El gobierno revolucionario»). A partir de Bakunin, los anarquistas analizaron las experiencias de la Comuna de París y la propia lucha de clases para generalizar conclusiones políticas a partir de ellas (por ejemplo, la visión de una sociedad libre como una federación de asociaciones de trabajadores es claramente un producto del análisis de la lucha de clases y de los fracasos de la Comuna). Por supuesto, Lenin afirma que «no habíamos dado a la Comuna de París un análisis de la lucha de clases».verdadera solución» a sus lecciones -dado que la solución que proponían los anarquistas era una federación de consejos obreros para aplastar al Estado y defender la revolución sus comentarios parecen extraños ya que ésta, según El Estado y la Revolución, es también la solución «marxista» (de hecho, como veremos pronto, Lenin no hacía más que hablar de boquilla de esto y en su lugar veía la solución como el gobierno de su partido y no de las masas en su conjunto).

Por lo tanto, la visión de Morrow de lo que se requiere para una revolución exitosa es paralela a la del anarquismo.

La diferencia esencial entre la visión anarquista y trotskista de los consejos obreros como base de una revolución es qué papel deben desempeñar estos consejos. Para los anarquistas, estas federaciones de asambleas autogestionadas son el marco real de la revolución (y de la sociedad libre que intenta crear). Como dice Murray Bookchin:

Para los anarquistas, estas federaciones de asambleas autogestionadas son el marco real de la revolución (y de la sociedad libre que trata de crear). Como dice Murray Bookchin:

«No puede haber separación entre el proceso revolucionario y el objetivo revolucionario: una sociedad basada en la autogestión debe lograrse por medio de la autogestión… La asamblea y la comunidad deben surgir del propio proceso revolucionario; de hecho, el proceso revolucionario debe ser la formación de la asamblea y la comunidad, y con ello, la destrucción del poder… La asamblea y la comunidad deben convertirse en ‘palabras de lucha’, no en panaceas… Deben crearse como modos de lucha contra la sociedad existente, no como abstracciones teóricas o programáticas». … Los comités de fábrica… deben ser gestionados directamente por las asambleas obreras de las fábricas. …los comités, consejos y juntas de vecinos deben estar completamente enraizados en la asamblea de vecinos. Deben ser responsables en todo momento ante la asamblea, ellos y su trabajo deben estar bajo la revisión continua de la asamblea; y finalmente, sus miembros deben estar sujetos a la revocación inmediata por parte de la asamblea. La gravedad específica de la sociedad, en resumen, debe ser desplazada a su base: el pueblo armado en asamblea permanente.»[Post-Scarcity Anarchism, pp. 167-9].

Así, la revolución social anarquista ve a los consejos obreros como órganos de autogestión de la clase obrera, los medios por los que controlan sus propias vidas y crean una nueva sociedad basada en sus necesidades, visiones, sueños y esperanzas. No son vistos como medios por los que otros, el partido revolucionario, toman el poder en nombre del pueblo como hacen los trotskistas.

No, como puede verse en Morrow, que es bastante claro sobre el papel de la organización de la clase obrera: se ve puramente como el medio por el que el partido puede tomar el poder. Como argumenta,

«no hay magia en la forma soviética: es simplemente la forma de representación política de las masas más precisa, que refleja con mayor rapidez y que responde a los cambios. … Proporcionaría el escenario en el que el partido revolucionario puede ganarse el apoyo de la clase obrera»[Op. Cit., p. 136].

Afirma que inicialmente la «mayoría reformista en el comité ejecutivo rechazaría la asunción del poder estatal. Pero los obreros aún podrían encontrar en los soviets sus órganos naturales de lucha hasta que los elementos genuinamente revolucionarios de los diversos partidos se unieran para ganar una mayoría revolucionaria en el congreso y establecer un estado obrero». En otras palabras, «el Estado obrero, la dictadura del proletariado… sólo puede nacer por la intervención política directa de las masas, a través de los consejos de fábrica y de aldea (soviets), en el momento en que el partido o partidos obreros decididos a derrocar el Estado burgués obtengan la mayoría en los soviets». Tal fue la contribución teórica básica de Lenin». [Op. Cit., p. 100 y p. 113].

Desde una perspectiva anarquista, esto indica bien la diferencia fundamental entre el anarquismo y el trotskismo. Para los anarquistas, la existencia de un «comité ejecutivo» indica que el consejo obrero no tiene, de hecho, el poder en la sociedad – más bien es la minoría en el comité ejecutivo a la que se le ha delegado el poder. En lugar de gobernarse a sí mismos y a la sociedad directamente, los trabajadores se convierten en votantes que aplican las decisiones que sus líderes han tomado en su nombre. Si organismos revolucionarios como los consejos obreros crearan un «Estado obrero» (como recomienda Morrow), entonces su poder se transferiría y centralizaría en manos de un gobierno llamado «revolucionario». En esto, Morrow sigue a su gurú Trotsky:

«el proletariado sólo puede tomar el poder a través de su vanguardia. En sí misma, la necesidad de un poder estatal surge del insuficiente nivel cultural de las masas y de su heterogeneidad. En la vanguardia revolucionaria, organizada en un partido, se cristalizan las aspiraciones de las masas a obtener su libertad. Sin la confianza de la clase en la vanguardia, sin el apoyo de la clase a la vanguardia, no puede hablarse de la conquista del poder».

«En este sentido, la revolución proletaria y la dictadura son obra de toda la clase, pero sólo bajo la dirección de la vanguardia» [Trotsky, «Stalinism and Bolshevism,» Writings 1936-37, p. 426].

Por lo tanto, en lugar de que la clase obrera en su conjunto «tome el poder», es la vanguardia la que toma el poder — «un partido revolucionario, incluso después de tomar el poder …sigue sin ser de ninguna manera el gobernante soberano de la sociedad.»[Op. Cit., p. 424]

Se burla de la idea anarquista de que una revolución socialista debe basarse en la autogestión de los trabajadores dentro de sus propias organizaciones de clase autónomas:

«Los que proponen la abstracción de los Soviets a la dictadura del partido deberían comprender que sólo gracias a la dirección del partido pudieron los Soviets levantarse del fango del reformismo y alcanzar la forma estatal del proletariado»[Trotsky, Op. Cit., p. 430].

En 1920 argumentó que «[m]ás de una vez se nos ha acusado de haber sustituido la dictadura de los soviets por la dictadura del partido, pero puede decirse con toda justicia que la dictadura de los soviets sólo fue posible gracias a la dictadura del partido… Gracias al partido… los soviets… se transformaron de parlamentos del trabajo sin forma en el aparato de la supremacía del trabajo». En esta «sustitución» del poder de la clase obrera por el poder del partido no hay nada accidental, y en realidad no hay sustitución en absoluto. Los comunistas expresan los intereses fundamentales de la clase obrera» [Terrorism and Communism, p. 109]

Cualquier afirmación de que la infame política autoritaria (de hecho dictatorial) de Trotsky fue una aberración temporal causada por las necesidades de la Guerra Civil Rusa queda refutada por estas citas: 17 años después seguía argumentando lo mismo.

Comentando la conferencia del Partido Bolchevique de abril de 1917, afirma que «toda la conferencia estuvo dedicada a la siguiente cuestión fundamental: ¿Nos dirigimos hacia la conquista del poder en nombre de la revolución socialista o ayudamos (a cualquiera y a todos) a completar la revolución democrática? … La posición de Lenin era la siguiente: …la conquista de la mayoría de los soviets; el derrocamiento del Gobierno Provisional; la toma del poder a través de los soviets «Nótese, a través de los soviets, no por los soviets, indicando así el hecho de que el Partido detentaría el poder real, no los soviets de delegados obreros. Además, afirma que «preparar la insurrección y llevarla a cabo al amparo de la preparación del II Congreso de los Soviets y bajo la consigna de defenderlo, era una ventaja inestimable para nosotros.» Continuó señalando que era «una cosa preparar una insurrección armada bajo la consigna desnuda de la toma del poder por el partido, y otra cosa muy distinta preparar y luego llevar a cabo una insurrección bajo la consigna de defender los derechos del Congreso de los Soviets» El Congreso de los Soviets sólo proporcionó «la cobertura legal» para los planes bolcheviques en lugar de un deseo de ver a los Soviets comenzar realmente a gestionar la sociedad [The Lessons of October, p. 134, p. 158 y p. 161].

No negamos que los trotskistas aspiren a obtener la mayoría en las conferencias de la clase obrera. Los trotskistas pretenden crear un gobierno por encima de estas organizaciones y dominar los comités ejecutivos que sean necesarios. De este modo, el poder en la sociedad se desplaza hacia arriba, hacia los líderes del partido centralizado a cargo del estado centralizado. Los anarquistas, por el contrario, pretenden que el poder vuelva a manos de la sociedad y empoderar al individuo dándole voz directa en la revolución a través de las asambleas de su lugar de trabajo, comunidad y milicia y de sus consejos y conferencias.

Los trotskistas, por tanto, abogan por los consejos obreros porque los ven como el medio por el que el partido de vanguardia puede tomar el poder. En lugar de ver el socialismo o el «poder obrero» como una sociedad en la que todo el mundo controlaría directamente sus propios asuntos, los trotskistas lo ven en términos de gente de la clase obrera delegando su poder en manos de un gobierno. Huelga decir que las dos cosas no son idénticas y que, en la práctica, el gobierno pronto pasa de ser el siervo del pueblo a su amo.

Está claro que Morrow siempre habla de los consejos obreros en términos de la estrategia y el programa del partido, no del valor que tienen los consejos obreros como órganos de control obrero directo de la sociedad. Defiende claramente los consejos obreros porque los ve como la mejor manera de que el partido de vanguardia agrupe a los trabajadores en torno a su dirección y organice la toma del poder estatal. En ningún momento los ve como medios por los que la clase obrera pueda gobernarse directamente a sí misma, sino todo lo contrario.

El peligro de este planteamiento es obvio: el gobierno pronto quedará aislado de la masa de la población y, debido a la naturaleza centralizada del Estado, será difícil que rinda cuentas. Además, dado el papel dominante del partido en el nuevo Estado y la perspectiva de que es la vanguardia de los trabajadores, es cada vez más probable que anteponga su poder al de aquellos a los que dice representar.

Ciertamente, el papel de Trotsky en la revolución rusa nos dice que el poder del partido era más importante para él que el control democrático por parte de los trabajadores a través de órganos de masas. Cuando los trabajadores y marineros de la base naval de Kronstadt se rebelaron en 1921, en solidaridad con los trabajadores en huelga de Petrogrado, exigían libertad de prensa para los grupos socialistas y anarquistas y nuevas elecciones a los soviets. Pero la reacción de la dirección bolchevique fue aplastar con sangre la disidencia de Kronstadt. La actitud de Trotsky hacia la democracia obrera se expresó claramente en aquel momento:

«Ellos [los bolcheviques disidentes de la Oposición Obrera] han colocado el derecho de los trabajadores a elegir representantes por encima del Partido. Como si el Partido no tuviera derecho a afirmar su dictadura aunque esa dictadura chocara temporalmente con los humores pasajeros de la democracia obrera!».

Habló del «derecho histórico revolucionario de nacimiento del Partido» y de que «está obligado a mantener su dictadura… independientemente de las vacilaciones temporales incluso en la clase obrera… La dictadura no se basa en cada momento en el principio formal de una democracia obrera» [citado por M. Brinton, Op. Cit., p. 78].

Esta perspectiva se desprende naturalmente de la política vanguardista de Trotsky. Para los leninistas, el partido es el portador de la «conciencia socialista» y, según Lenin en ¿Qué hacer? Para los leninistas, el partido es el portador de la «conciencia socialista» y, según Lenin en ¿Qué hacer?, los trabajadores, por sus propios esfuerzos, sólo pueden alcanzar una conciencia «sindical» y, de hecho, «no se puede hablar de una ideología independiente desarrollada por las masas de trabajadores en el proceso de su lucha» y, por tanto, «la única opción es: o ideología burguesa o ideología socialista» (esta última desarrollada no por los trabajadores sino por la «intelectualidad burguesa»).[Essential Works of Lenin, p. 82 and p. 74]

Debilitar o cuestionar al partido significa debilitar o cuestionar la naturaleza socialista de la revolución y, por tanto, debilitar la «dictadura del proletariado».tenemos la paradójica situación de la «dictadura proletaria» reprimiendo a los trabajadores, eliminando la democracia y manteniéndose contra los «humores pasajeros» de los trabajadores (lo que significa rechazar lo que significa la democracia). De ahí el comentario de Lenin en una conferencia de la Cheka (su policía política) en 1920:

«Sin la coerción revolucionaria dirigida contra los enemigos declarados de los obreros y campesinos, es imposible acabar con la resistencia de estos explotadores; por otra parte, la coerción revolucionaria está obligada a emplearse contra los elementos vacilantes e inestables de las propias masas» [Collected Works, vol. 42, p. 170].

Significativamente, de los 17.000 detenidos en los campos sobre los que se disponía de información estadística el 1 de noviembre de 1920, los campesinos y los obreros constituían los grupos más numerosos, con un 39% y un 34% respectivamente. Del mismo modo, de los 40.913 prisioneros retenidos en diciembre de 1921 (de los cuales el 44% habían sido cometidos por la Cheka) casi el 84% eran analfabetos o tenían una educación mínima, claramente, por tanto, campesinos u obreros.[George Leggett, The Cheka: Lenin’s Political Police, p. 178]

Huelga decir que Lenin no mencionó este aspecto de su sistema en El Estado y la revolución (un fracaso compartido por Morrow y los trotskistas posteriores, véase la sección H.1.7).

Es difícil combinar estos hechos y los comentarios de Lenin y Trotsky con la afirmación de que el «estado obrero» es un instrumento del dominio de clase — después de todo, Lenin está reconociendo que la coerción se ejercerá también contra los miembros de la clase obrera. Por supuesto, surge la pregunta — ¿quién decide qué es un elemento «vacilante» o «inestable»?Dados sus comentarios sobre el papel del partido y la necesidad de que éste asuma el poder, en la práctica significará cualquiera que rechace las decisiones del gobierno (por ejemplo, los huelguistas, los soviets locales que rechazan los decretos e instrucciones centrales, los obreros que votan por anarquistas o partidos distintos al bolchevique en las elecciones a soviets, sindicatos, etc., socialistas y anarquistas, etc.). Dado un sistema jerárquico, el comentario de Lenin es simplemente una justificación para la represión estatal de sus enemigos (incluyendo elementos dentro de la clase obrera o incluso a toda ella).

Podría argumentarse, sin embargo, que los trabajadores podrían utilizar los soviets para destituir al gobierno, pero esto falla por dos razones (ignoraremos la cuestión de los intereses de la maquinaria burocrática que inevitablemente rodeará a un organismo centralizado; véase la sección H.3.9 para una discusión más detallada).

En primer lugar, el Estado leninista estará altamente centralizado, con el poder fluyendo de arriba hacia abajo. Esto significa que, para revocar al gobierno, todos los soviets de todas las partes del país deben, al mismo tiempo, llamar a sus delegados y organizar un congreso nacional de soviets (que, subrayamos, no está en sesión permanente). Los soviets locales están obligados a cumplir las órdenes del gobierno central (citando la constitución soviética de 1918: deben «cumplir todas las órdenes de los respectivos órganos superiores del poder soviético»).

Cualquier independencia por su parte se consideraría «vacilante» o expresión de una naturaleza «inestable» y, por tanto, sujeta a la «coerción revolucionaria». En un sistema altamente centralizado, los medios de rendición de cuentas se reducen al nivel burgués habitual: el voto en las elecciones generales cada pocos años (que, en cualquier caso, pueden ser anuladas por el gobierno para garantizar que los soviets no vuelvan al «fango» a través de los «estados de ánimo pasajeros» provocados por el «insuficiente nivel cultural de las masas»). En otras palabras, la forma soviética puede ser la «forma de representación política de las masas más precisa, que refleje con mayor rapidez y que responda mejor a los cambios» (en palabras de Morrow), pero sólo antes de que se transformen en órganos estatales.

En segundo lugar, la «coerción revolucionaria» contra los elementos «vacilantes» no se produce de forma aislada. Alentará a los trabajadores críticos a guardar silencio por si ellos también son considerados «inestables» y se convierten en objeto de coerción «revolucionaria». Como política gubernamental no puede tener otro efecto que el de disuadir la democracia.

Así, la política trotskista proporciona la justificación para eliminar incluso el papel limitado de los soviets para elegir a los representantes que mantienen en esa ideología.

Morrow argumenta que «no hay que olvidar nunca… que los soviets no empiezan como órganos del poder estatal» sino que empiezan como «órganos que defienden los intereses cotidianos de los trabajadores» e incluyen «poderosos comités de huelga»[Op. Cit., p. 136]

Es cierto, inicialmente los consejos obreros son expresiones del poder de la clase obrera y son órganos de autogestión y autoactividad de la clase obrera, están sujetos a un control directo desde abajo y se unen de abajo arriba. Sin embargo, una vez que se convierten en «órganos del poder del Estado», su papel (por citar la constitución soviética de 1918) pasa a ser el de «cumplir todas las órdenes de los respectivos órganos superiores del poder soviético». El poder soviético es sustituido por el poder del partido y se convierten en una cáscara de lo que fueron: esencialmente sellos de caucho para las decisiones del comité central del partido.

Irónicamente, Morrow cita al principal teórico del Partido Socialista Español afirmando que «el órgano de la dictadura proletaria será el Partido Socialista» y afirma que «estaban diciendo precisamente lo que los dirigentes anarquistas habían estado acusando tanto a los comunistas como a los socialistas revolucionarios de entender por dictadura proletaria» [Op. Cit., p. 99 y p. 100]. Además de las citas anteriores, podemos añadir el comentario de Trotsky de que «el instrumento fundamental de la revolución proletaria es el partido» [Lessons of October, p. 118] y la resolución del II Congreso Mundial de la Internacional Comunista que afirmaba que «toda lucha de clases es una lucha política. El objetivo de esta lucha…es la conquista del poder político. El poder político no puede ser conquistado, organizado y operado sino a través de un partido político»[citado por Duncan Hallas, The Comintern, p. 35]

Además, podemos citar la opinión de Lenin de que:

«La mera presentación de la cuestión -‘¿dictadura del Partido o dictadura de la clase, dictadura (del Partido) de los dirigentes o dictadura (del Partido) de las masas?’- es prueba de la más increíble y desesperada confusión mental…[porque]las clases suelen ser… dirigidas por partidos políticos. . .»

Y:

«Ir tan lejos en este asunto como para establecer un contraste en general entre la dictadura de las masas y la dictadura de los dirigentes, es ridículamente absurdo y estúpido» [Left-wing Communism: An Infantile Disorder, pp. 25-6 y p. 27].

Como Lenin y Trotsky argumentaron constantemente, la dictadura proletaria era imposible sin el partido político de los trabajadores (cualquiera que fuera su nombre). De hecho, discutir siquiera cualquier diferencia entre la dictadura de la clase y la del partido sólo indicaba una mente confusa. De ahí que los comentarios de Morrow sean incrédulos, particularmente porque él mismo enfatiza que la forma de soviet es útil puramente como un medio de ganar apoyo para el partido revolucionario que asumiría el ejecutivo de los consejos obreros. Claramente es consciente de que el partido es el órgano esencial del dominio proletario desde una perspectiva leninista -sin la dictadura del partido, argumenta Trotsky, los soviets vuelven a caer en el fango-. Trotsky, de hecho, subrayó esta necesidad de la dictadura del partido más que del proletariado en una carta escrita en 1937:

«La dictadura revolucionaria de un partido proletario no es para mí algo que uno pueda aceptar o rechazar libremente: Es una necesidad objetiva que nos imponen las realidades sociales: la lucha de clases, la heterogeneidad de la clase revolucionaria, la necesidad de una vanguardia seleccionada para asegurar la victoria… La dictadura de un partido pertenece a la prehistoria bárbara como el propio Estado, pero no podemos saltarnos este capítulo, que puede abrir (no de un plumazo) la auténtica historia humana. … El partido revolucionario (vanguardia) que renuncia a su propia dictadura entrega a las masas a la contrarrevolución … Hablando en abstracto, estaría muy bien que la dictadura del partido pudiera ser sustituida por la «dictadura» de todo el pueblo trabajador sin partido, pero esto presupone un nivel tan alto de desarrollo político entre las masas que nunca podrá alcanzarse en las condiciones capitalistas. La razón de la revolución proviene de la circunstancia de que el capitalismo no permite el desarrollo material y moral de las masas»[Trotsky, Writings 1936-37, pp. 513-4].

El resultado neto de la política bolchevique en Rusia fue que Lenin y Trotsky socavaron la autogestión de los organismos de la clase obrera durante la Revolución Rusa y antes de que comenzara la Guerra Civil en mayo de 1918. Ya hemos relatado la eliminación por Trotsky de la democracia y la igualdad en el Ejército Rojo (ver sección 11). La lógica del bolchevismo es tal que Lenin no describió en ningún momento la supresión de la democracia soviética y el control obrero como una derrota (de hecho, en lo que respecta al control obrero, Lenin pasó rápidamente a una posición favorable a la dirección unipersonal). y no lo haremos aquí.

En general, aunque la retórica de Morrow sobre la naturaleza de la revolución social puede sonar anarquista, hay diferencias importantes entre las dos visiones: mientras que los trotskistas apoyan los consejos obreros por motivos puramente instrumentalistas como el mejor medio de ganar apoyo para que su partido asuma el poder gubernamental, los anarquistas ven los consejos obreros como el medio por el que la gente puede revolucionar la sociedad y a sí mismos practicando la autogestión en todos los aspectos de sus vidas. La diferencia es importante y sus ramificaciones significan por qué la Revolución Rusa se convirtió en la «dictadura sobre el proletariado» que predijo Bakunin. Sus palabras aún resuenan:

«Por gobierno popular [los marxistas] entienden el gobierno del pueblo por una pequeña minoría de representantes elegidos por el pueblo. … [Es decir,] el gobierno de la inmensa mayoría del pueblo por una minoría privilegiada. Sí, tal vez, de antiguos obreros, que, tan pronto como se conviertan en gobernantes o representantes del pueblo, dejarán de ser obreros y empezarán a contemplar todo el mundo obrero desde las alturas del Estado. Ya no representarán al pueblo, sino a sí mismos y a sus propias pretensiones de gobernar al pueblo» [Statism and Anarchy, p. 178].

Por esta razón argumentaba que los anarquistas

«no aceptan, ni siquiera en el proceso de transición revolucionaria, ni asambleas constituyentes, ni gobiernos provisionales, ni las llamadas dictaduras revolucionarias; porque estamos convencidos de que la revolución sólo es sincera, honesta y real en manos de las masas, y que cuando se concentra en las de unos pocos individuos dirigentes se convierte inevitable e inmediatamente en reacción»[Michael Bakunin: Selected Writings, p. 237]

La historia de la Revolución Rusa le dio la razón. De ahí el apoyo anarquista a las asambleas populares y a las federaciones de consejos obreros como marco de la revolución social y no como medio para elegir un gobierno «revolucionario».

Un último punto: debemos señalar que Morrow sigue a Lenin al favorecer los comités ejecutivos asociados a los consejos obreros, ignorando los comentarios de Marx (y de Lenin, en State and Revolution) de que la Comuna de París debía «ser un órgano de trabajo, no parlamentario, ejecutivo y legislativo al mismo tiempo» [Selected Writings, p. 287]

La existencia de comités ejecutivos fue codificada en la Constitución de la Unión Soviética de 1918, lo que sugiere dos cosas. En primer lugar, el leninismo y el trotskismo difieren en puntos fundamentales con Marx, por lo que la afirmación de que el leninismo es igual al marxismo es difícil de sostener (la existencia de marxistas libertarios como Anton Pannekoek y otros comunistas de consejo también refutan tales afirmaciones). En segundo lugar, indica que las afirmaciones de Lenin en State and Revolution fueron ignoradas una vez que los bolcheviques tomaron el poder, por lo que el uso de esa obra para demostrar la naturaleza democrática del bolchevismo es erróneo).

Además, el apoyo de Marx a la fusión de los poderes ejecutivo y legislativo no es tan revolucionario como algunos imaginan: para los anarquistas, como argumenta Bookchin, «de hecho, la consolidación de las funciones ‘ejecutiva y legislativa’ en un solo órgano era regresiva. Simplemente identificaba el proceso de formulación de políticas, una función que debería pertenecer al pueblo en asamblea, con la ejecución técnica de estas políticas, una función que debería dejarse en manos de órganos estrictamente administrativos sujetos a rotación, revocación, limitaciones de permanencia…. En consecuencia, la fusión de la formulación de políticas con la administración puso el énfasis institucional del socialismo clásico [marxista] en los órganos centralizados, de hecho, por un giro irónico de los acontecimientos históricos, otorgando el privilegio de formular políticas a los «órganos superiores» de las jerarquías socialistas y su ejecución precisamente a los «comités revolucionarios» más populares de abajo»[Toward an Ecological Society, pp. 215-6].

[]

Fuente: Libertamen.wordpress.com 

Fernando Hernández Sánchez publica ‘Falsos camaradas. Un episodio de la guerra antipartisana en España, 1947’ (Crítica, 2024). Golpe del franquismo contra el aparato de propaganda del PCE

HISTORIA

Falsos camaradas, el episodio que cambió la historia del PCE

https://www.elsaltodiario.com/historia/falsos-camaradas-fernando-hernandez-sanchez?s=03

Fernando Hernández Sánchez publica ‘Falsos camaradas. Un episodio de la guerra antipartisana en España, 1947’ (Crítica, 2024), en el que reconstruye el golpe contra el aparato de propaganda del Partido Comunista de España en ese año. Una caída que supuso la más vasta operación llevada a cabo contra la organización en el interior de España bajo el primer franquismo.

Imagen: Fernando Hernández Sánchez (Madrid, 1961) es historiador y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid. DAVID F. SABADELL

Vicent Galiana

@_vicentgaliana

18 FEB 2024 05:47

El primero de abril de 1939 el franquismo dio por finalizada la Guerra Civil dejando en la memoria colectiva aquel “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”. Hoy sabemos que aquel parte inició nuevas contiendas. Por un lado, la consolidación de un universo represivo, poliédrico e implacable, que arrojó muerte, cárcel, exilio y estigma social a los sectores democráticos del país mediante la construcción de una eficaz arquitectura represiva judicial e institucional. Por otro, superada la guerra de frentes, la explotación del éxito contra los restos de un enemigo que se había replegado y al que se buscaba aniquilar, política y físicamente.

En este marco, terminada la II Guerra Mundial y a las puertas de la Guerra Fría, el régimen intensificaba la persecución de la débil oposición existente en el interior. Y, de entre toda ella, el PCE como enemigo a batir: por su apuesta por la resistencia armada y por su futurible papel en la conversión del régimen en aliado anticomunista occidental. En cifras: entre octubre de 1946 y enero de 1947 hubo más de dos mil detenidos, se dictaron 46 penas de muerte y la suma total de condenas ascendió a 1.744 años de prisión.

Falsos camaradas es el nuevo libro de Fernando Hernández Sánchez, profesor titular de la Universidad Autónoma de Madrid y de Educación Secundaria y autor de prestigiosos estudios sobre la historia del PCE durante la dictadura, como Camaradas de un comité menor: Una larga guerra civil (1936-1947) o Los años de plomo: la reconstrucción del PCE bajo el primer franquismo (1939-1953). El autor asegura que la caída de 1947 bien merece un monográfico porque marcó un punto de inflexión en la historia de la organización. El libro, lejos de ser una lectura académica y densa, se lee con agilidad, facilidad y dinamismo. Se presenta como un “thriller” y combina, con exquisito equilibrio, la solidez investigadora y la escritura fina y apetitosa. Pretende evitar “que nuestros libros sean verdaderos ladrillos que espantan a un público generalista” y “como decía José Luis Sampedro y me gusta repetir de mi maestro, Ángel Viñas, «hay que escribir con rigor, pero no con rigor mortis»”.

____________ 

Angel Viñas - 3 bn
48 AÑOS DE LA MUERTE DE FRANCOViñas, el incansable investigador que ha desmontado los bulos del franquismo

PABLO ELORDUY  1

El autor explica que sus investigaciones previas ya dejaban intuir el brutal impacto que tuvo la infiltración policial en las filas del PCE y su determinante papel en la caída de 1947, pero “los avances en la investigación fueron posibles porque se desclasificó el expediente profesional de Roberto Conesa, al cumplirse veinticinco años de su muerte, y porque apareció en los archivos de Defensa el expediente de José Satué, uno de los principales dirigentes comunistas afectados por aquella caída, que había estado «extraviado» desde 1986”. Así pues, Hernández Sánchez reconstruye de manera minuciosa el proceso de infiltración de diversos servicios policiales del franquismo en el seno del PCE y su papel en la caída 1947.

Partido Comunista de España, 1947: un punto de inflexión

Acabada la II Guerra Mundial, el Partido mantiene la esperanza de una intervención internacional en España. La guerra de ayer aún era hoy. El estado de guerra que se proclamó en las plazas que se sumaron a la sublevación contra la República entre el 17 y el 20 de julio de 1936 seguía vigente, y lo estuvo hasta junio de 1948. La militancia del PCE se encuentra recluida en cárceles, dispersa en el exilio, aislada en los montes o enterrada quién sabe dónde después de ser fusilada al alba. Pero se mantiene la esperanza. Pese a su escasa y precaria estructura en el interior, el PCE, desde el exilio, había promovido la creación de Agrupaciones Guerrilleras, con un importante impacto entre 1945 y 1947. Pero la caída de 1947 sumió al PCE en una situación tan crítica que fue el núcleo de presos en la cárcel de Burgos el que asumió la dirección en el interior del país ante la ausencia de cuadros capaces en libertad. “Esa es una metáfora perfecta de las pretensiones del régimen”, comenta Hernández Sánchez, “el PCE no era orgánicamente, en aquellos momentos, una amenaza real para la dictadura, pero representaba, eso sí, un espíritu de resistencia inagotable a pesar de los reiterados golpes recibidos”. Un antes y un después: “Según las propias memorias anuales de la Brigada Político Social, nunca se volvieron a contar en años sucesivos semejante número de detenciones”.

A partir de ahí, los años comprendidos entre 1947 y 1956 fueron una auténtica travesía del desierto. El PCE renunció a enviar al interior nuevas delegaciones de su dirección, optando por remitir instructores que intentaran conocer la realidad y reorganizar modestamente estructuras muy básicas y “fue el comienzo del fin de la lucha armada, que al año siguiente fue desaconsejada por el propio Stalin en una reunión mantenida en Moscú con Dolores Ibárruri, Santiago Carrillo y Francisco Antón, en la que les recomendó que optaran por la penetración en las estructuras del régimen, como los sindicatos verticales”. A ello cabe sumar, en pleno apogeo de la Guerra Fría, la ilegalización del PCE en Francia en septiembre de 1950.

Según explica Hernández Sánchez, 1947 cambió la historia del PCE: “Quemó definitivamente a toda una generación que provenía de los tiempos de la guerra y la resistencia antifascista y sembró de duda y desconfianza a los que lograron escapar a las redadas masivas, lo que favoreció nuevamente la estrategia represiva que buscaba la parálisis de todo tipo de actividad opositora”. Pero ¿qué sucedió exactamente en 1947?

“Lee y difunde, camarada”: de la esperanza a la derrota

El ciclo represivo contra el PCE se agudizó con la detención de José Satué, recién llegado del exilio francés por orden del Partido. En aquellas, el aparato de propaganda era crucial para la organización comunista y clandestina. Uno de los tres cargos dirigentes de las denominadas troikas era el de “agitprop” —acrónimo de agitación y propaganda—. Siguiendo el aforismo leninista, el propagandista comunicaba muchas ideas a poca gente, pero el agitador comunicaba una a una multitud. De ahí la importancia de poseer una imprenta que, además, atestiguaba la continuidad del combate contra la dictadura.

El aparato de propaganda se había convertido a principios de 1947 en una de las grandes debilidades del Partido Comunista de España en el interior. Los números de Mundo Obrero salían a destiempo y con bastantes deficiencias políticas y técnicas. Y en esta situación, los comunistas, para recuperar presencia social, intentaban preparar dos números especiales de 5.000 ejemplares cada uno para conmemorar el 14 de abril y el 1 de mayo.

«Los integrantes de la policía franquista pasaron a servir al nuevo régimen surgido de la transición sin que tuvieran que rendir cuentas por sus actividades durante la dictadura»

Según algunas fuentes, los problemas eran culpa sobre todo del tipógrafo. Estaban muy descontentos con él porque actuaba por su cuenta, cortando y poniendo lo que le daba la gana. También insistía sospechosamente en reunir a todos los responsables de sector para aclarar las dudas y enmendar los errores sobre el contenido del periódico. El dubitativo y chapucero tipógrafo era en realidad un topo, un agente de la Brigada Político-Social: Roberto Conesa. Conesa, el más implacable enemigo del Partido, había logrado infiltrarse en las tripas del PCE y la operación iba a propiciar un golpe demoledor a la resistencia. Conesa se había visto en varias ocasiones con Satué antes de su detención y, según contó Gregorio Morán, fue él quien, sonrisa mediante, lo recibió en la Dirección General de Seguridad (DGS). Pero en aquella operación el franquismo no solo cazó enemigos.

Historia

HISTORIA

Falsos camaradas, el episodio que cambió la historia del PCE

Fernando Hernández Sánchez publica ‘Falsos camaradas. Un episodio de la guerra antipartisana en España, 1947’ (Crítica, 2024), en el que reconstruye el golpe contra el aparato de propaganda del Partido Comunista de España en ese año. Una caída que supuso la más vasta operación llevada a cabo contra la organización en el interior de España bajo el primer franquismo.

Fernando Hernández Sánchez – 1

Fernando Hernández Sánchez (Madrid, 1961) es historiador y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid. DAVID F. SABADELL

Vicent Galiana

@_vicentgaliana

18 FEB 2024 05:47

Cada vez es más importante mantener una dieta informativa sana, sin noticias procesadas por las multinacionales y libre de medias verdades. Si quieres alimentar tu lado crítico y que El Salto llegue más lejos que nunca, este es tu medio. ¡Suscríbete!

El primero de abril de 1939 el franquismo dio por finalizada la Guerra Civil dejando en la memoria colectiva aquel “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”. Hoy sabemos que aquel parte inició nuevas contiendas. Por un lado, la consolidación de un universo represivo, poliédrico e implacable, que arrojó muerte, cárcel, exilio y estigma social a los sectores democráticos del país mediante la construcción de una eficaz arquitectura represiva judicial e institucional. Por otro, superada la guerra de frentes, la explotación del éxito contra los restos de un enemigo que se había replegado y al que se buscaba aniquilar, política y físicamente.

En este marco, terminada la II Guerra Mundial y a las puertas de la Guerra Fría, el régimen intensificaba la persecución de la débil oposición existente en el interior. Y, de entre toda ella, el PCE como enemigo a batir: por su apuesta por la resistencia armada y por su futurible papel en la conversión del régimen en aliado anticomunista occidental. En cifras: entre octubre de 1946 y enero de 1947 hubo más de dos mil detenidos, se dictaron 46 penas de muerte y la suma total de condenas ascendió a 1.744 años de prisión.

Falsos camaradas es el nuevo libro de Fernando Hernández Sánchez, profesor titular de la Universidad Autónoma de Madrid y de Educación Secundaria y autor de prestigiosos estudios sobre la historia del PCE durante la dictadura, como Camaradas de un comité menor: Una larga guerra civil (1936-1947) o Los años de plomo: la reconstrucción del PCE bajo el primer franquismo (1939-1953). El autor asegura que la caída de 1947 bien merece un monográfico porque marcó un punto de inflexión en la historia de la organización. El libro, lejos de ser una lectura académica y densa, se lee con agilidad, facilidad y dinamismo. Se presenta como un “thriller” y combina, con exquisito equilibrio, la solidez investigadora y la escritura fina y apetitosa. Pretende evitar “que nuestros libros sean verdaderos ladrillos que espantan a un público generalista” y “como decía José Luis Sampedro y me gusta repetir de mi maestro, Ángel Viñas, «hay que escribir con rigor, pero no con rigor mortis»”.

Angel Viñas – 3 bn

48 AÑOS DE LA MUERTE DE FRANCO

Viñas, el incansable investigador que ha desmontado los bulos del franquismo

PABLO ELORDUY

1

El autor explica que sus investigaciones previas ya dejaban intuir el brutal impacto que tuvo la infiltración policial en las filas del PCE y su determinante papel en la caída de 1947, pero “los avances en la investigación fueron posibles porque se desclasificó el expediente profesional de Roberto Conesa, al cumplirse veinticinco años de su muerte, y porque apareció en los archivos de Defensa el expediente de José Satué, uno de los principales dirigentes comunistas afectados por aquella caída, que había estado «extraviado» desde 1986”. Así pues, Hernández Sánchez reconstruye de manera minuciosa el proceso de infiltración de diversos servicios policiales del franquismo en el seno del PCE y su papel en la caída 1947.

Partido Comunista de España, 1947: un punto de inflexión

Acabada la II Guerra Mundial, el Partido mantiene la esperanza de una intervención internacional en España. La guerra de ayer aún era hoy. El estado de guerra que se proclamó en las plazas que se sumaron a la sublevación contra la República entre el 17 y el 20 de julio de 1936 seguía vigente, y lo estuvo hasta junio de 1948. La militancia del PCE se encuentra recluida en cárceles, dispersa en el exilio, aislada en los montes o enterrada quién sabe dónde después de ser fusilada al alba. Pero se mantiene la esperanza. Pese a su escasa y precaria estructura en el interior, el PCE, desde el exilio, había promovido la creación de Agrupaciones Guerrilleras, con un importante impacto entre 1945 y 1947. Pero la caída de 1947 sumió al PCE en una situación tan crítica que fue el núcleo de presos en la cárcel de Burgos el que asumió la dirección en el interior del país ante la ausencia de cuadros capaces en libertad. “Esa es una metáfora perfecta de las pretensiones del régimen”, comenta Hernández Sánchez, “el PCE no era orgánicamente, en aquellos momentos, una amenaza real para la dictadura, pero representaba, eso sí, un espíritu de resistencia inagotable a pesar de los reiterados golpes recibidos”. Un antes y un después: “Según las propias memorias anuales de la Brigada Político Social, nunca se volvieron a contar en años sucesivos semejante número de detenciones”.

A partir de ahí, los años comprendidos entre 1947 y 1956 fueron una auténtica travesía del desierto. El PCE renunció a enviar al interior nuevas delegaciones de su dirección, optando por remitir instructores que intentaran conocer la realidad y reorganizar modestamente estructuras muy básicas y “fue el comienzo del fin de la lucha armada, que al año siguiente fue desaconsejada por el propio Stalin en una reunión mantenida en Moscú con Dolores Ibárruri, Santiago Carrillo y Francisco Antón, en la que les recomendó que optaran por la penetración en las estructuras del régimen, como los sindicatos verticales”. A ello cabe sumar, en pleno apogeo de la Guerra Fría, la ilegalización del PCE en Francia en septiembre de 1950.

Según explica Hernández Sánchez, 1947 cambió la historia del PCE: “Quemó definitivamente a toda una generación que provenía de los tiempos de la guerra y la resistencia antifascista y sembró de duda y desconfianza a los que lograron escapar a las redadas masivas, lo que favoreció nuevamente la estrategia represiva que buscaba la parálisis de todo tipo de actividad opositora”. Pero ¿qué sucedió exactamente en 1947?

“Lee y difunde, camarada”: de la esperanza a la derrota

El ciclo represivo contra el PCE se agudizó con la detención de José Satué, recién llegado del exilio francés por orden del Partido. En aquellas, el aparato de propaganda era crucial para la organización comunista y clandestina. Uno de los tres cargos dirigentes de las denominadas troikas era el de “agitprop” —acrónimo de agitación y propaganda—. Siguiendo el aforismo leninista, el propagandista comunicaba muchas ideas a poca gente, pero el agitador comunicaba una a una multitud. De ahí la importancia de poseer una imprenta que, además, atestiguaba la continuidad del combate contra la dictadura.

El aparato de propaganda se había convertido a principios de 1947 en una de las grandes debilidades del Partido Comunista de España en el interior. Los números de Mundo Obrero salían a destiempo y con bastantes deficiencias políticas y técnicas. Y en esta situación, los comunistas, para recuperar presencia social, intentaban preparar dos números especiales de 5.000 ejemplares cada uno para conmemorar el 14 de abril y el 1 de mayo.

Los integrantes de la policía franquista pasaron a servir al nuevo régimen surgido de la transición sin que tuvieran que rendir cuentas por sus actividades durante la dictadura

Según algunas fuentes, los problemas eran culpa sobre todo del tipógrafo. Estaban muy descontentos con él porque actuaba por su cuenta, cortando y poniendo lo que le daba la gana. También insistía sospechosamente en reunir a todos los responsables de sector para aclarar las dudas y enmendar los errores sobre el contenido del periódico. El dubitativo y chapucero tipógrafo era en realidad un topo, un agente de la Brigada Político-Social: Roberto Conesa. Conesa, el más implacable enemigo del Partido, había logrado infiltrarse en las tripas del PCE y la operación iba a propiciar un golpe demoledor a la resistencia. Conesa se había visto en varias ocasiones con Satué antes de su detención y, según contó Gregorio Morán, fue él quien, sonrisa mediante, lo recibió en la Dirección General de Seguridad (DGS). Pero en aquella operación el franquismo no solo cazó enemigos.

Gregorio Morán: ENTREVISTA: Gregorio Morán disecciona la historia del PCE. PABLO ELORDUY

Falsos camaradas, traidores y vendidos

El golpe a la estructura no se explica tan solo por el papel de Roberto Conesa. Dos de los cuatro miembros más prominentes de la troika del interior habían resultado ser infiltrados y llegaron a lo más alto con el aval de Santiago Carrillo y la dirección en Francia. Luis González Sánchez, “el Rubio”, y José Tomás Planas, “el Peque”, confesaron todo lo que había estado en sus manos: información sobre el Partido, juventudes, mujeres antifascistas e intelectuales. Pero no fueron los únicos. El libro retrata, con nombres y apellidos, los perfiles que participaron en la estructura de infiltración e información de la policía franquista para derrotar al PCE.

La gama de personajes que se prestaron a colaborar era polifacética. Los había que llegaron a esa situación por desmoralización, sin medios de vida, con cargas familiares, estigmatizados en todo lugar y, sobre todo, desesperados que el final siempre anunciado como inminente de la dictadura no llegara. Evidentemente, también estaban los que se vendían, por dinero, por alguna prebenda —un estanco— o por recuperar algún bien incautado. Estaban los que podrían ser presionados a través de sus familias, la promesa de liberación de un pariente preso o la posibilidad de conseguir medicinas o tratamiento para la cura de un enfermo. Los había que no soportaban la tortura y la presión de intentar sobrevivir semanas en la Dirección General de Seguridad sin pasar a disposición judicial, recibiendo palizas diarias y siendo amenazados con hacer daño a sus parientes. Y, por último, pero no menos importantes, estaban los infiltrados. Profesionales, instruidos y miembros del cuerpo. Quizá, por su trayectoria y su ambición, el más conocido sea Roberto Conesa: ingresó en la Policía en 1939 después de haber flirteado con las Juventudes Socialistas Unificadas y, tras varios ascensos, fue nombrado jefe de la Brigada Político-Social hasta que esta fue disuelta en 1976.

¿El punto de conexión y vertebración de todos ellos? La Brigada Político-Social (BPS). En algunos libros recientes, como Simplemente es profesionalidad. «Historias de la Brigada Político Social de València», de Lucas Marco, o «La Secreta de Franco: La Brigada Político-Social durante la dictadura», de Pablo Alcántara, se pone en primer plano el papel de la Alemania nazi en la construcción de la BPS. Hernández Sánchez suscribe estos análisis: “La inspiración de la BPS es plenamente nazi. La OSS —servicio de información norteamericano antecesor de la CIA— reflejó las relaciones entre los aparatos represivos franquistas y sus homólogos nazis. De hecho, se atribuye su diseño a unas conversaciones mantenidas por Heinrich Himmler y jerarcas de Falange en el segundo semestre de 1942, basándose en los informes remitidos al primero por varios responsables de la Gestapo y de la Kripo —policía criminal— enviados a Salamanca y Burgos entre 1936 y 1937”.

Los protagonistas de la historia que narra el libro son otro caso de viejo policía franquista insertado ejemplarmente en las fuerzas del orden de la nueva democracia. Los integrantes de la policía franquista pasaron a servir al nuevo régimen surgido de la transición sin que tuvieran que rendir cuentas por sus actividades durante la dictadura. Hernández explica que “recordaba Jorge Semprún que, durante un acto oficial, ya como ministro de Cultura, le intentaron presentar al comisario Ballesteros, al que se permitió despreciar. Pero más allá de la justicia poética, la penal no les alcanzó. A ninguno. Se jubilaron con sus galardones, sus pensiones y sus recompensas”. Una batalla contra la impunidad que aún está por ganar.

Archivado en: Transición ‧ Crímenes del franquismo ‧ Tortura ‧ PCE ‧ Historia

LA ZONA DE INTERÉS, comentario de Isabel Coixet al filme de Jonathan Glazer: frente a la «banalidad del mal»

«La zona de interés», decía Isabel Coixet (XLSemanal 31/12/2023) sobre la película de Jonathan Glazer que su «fuerza fundamental, magistral, es que sabe y demuestra, que aunque hay respuestas a las preguntas  que Auschwitz plantea nunca debemos dejar de preguntarlas». Concuerdo.

Si dudas de la veracidad del holocausto, si no quieres reconocer el espanto del asesinato de millones de seres humanos por ser judíos. Si culpas a los judíos de tus males o de los de tu patria por ser judíos (o a los migrantes por serlo), estas enfermo: eres nazi y/o imbécil.

Y, sinceramente, no se cual de esas dos condiciones: nazi y/o imbécil, me da más grima y miedo. «La banalidad del mal» (Hannah Arendt) adueñandose del comportamiento de los humanos, por miedo, adscripción ideológica, religiosa, comodidad o seguidismo clientelar, me genera espanto.

Mikel Tar Orrantia Diez

Sobre la supuesta bondad natural del ser humano en el anarquismoSe entiende que cualquier postura política o social tiene ciertas concepciones antropológicas. ¿Cuál es la del anarquismo? ¿Qué defiende en realidad a este respecto?

ANARQUISMO

Sobre la supuesta bondad natural del ser humano en el anarquismo

Se entiende que cualquier postura política o social tiene ciertas concepciones antropológicas. ¿Cuál es la del anarquismo? ¿Qué defiende en realidad a este respecto?

https://www.elsaltodiario.com/el-rumor-de-las-multitudes/bondad-natural-del-ser-humano-anarquismo-kropotkin?s=03

Imagen: Piotr Kropotkin (1842-1921)

Silvia K. Döllerer
Graduada en Filosofía y Periodismo. Magíster en Crítica y Argumentación Filosófica.
18 OCT 2023 08:00

Antes de nada, convendría establecer a qué denominamos “naturaleza humana”. En general, es la atribución de un componente común en toda la especie humana, una característica esencial que hace al hombre (y a la mujer) ser “humanos” como tales. Bien es verdad que la propia existencia de una naturaleza compartida suscita muchos debates y que no hay como tal una opinión unánime de que esto se dé o en el caso de que se diese, cuál sería dicho sustrato común a todo ser humano independientemente de cuál sea su recorrido histórico. No obstante, puesto que este artículo parte de una asunción falaz sobre dicha cuestión que se asocia usualmente con el pensamiento ácrata, las diversas opiniones acerca de la verificabilidad o realidad de la supuesta existencia de una “naturaleza humana” no tienen mucha relevancia aquí.

Muchos de los argumentos que se establecen como críticas hacia al anarquismo se basan en la falsa creencia de que los libertarios conciben al ser humano como “bueno por naturaleza”, que ese sería el único motivo o aliciente para que una sociedad sin Estado ni jerarquías fuese posible o incluso deseable. Sin embargo, eso no es así.

«Los y las anarquistas no creen que la bondad forme parte de nuestra esencia; no existe tal visión especialmente optimista.»

Los y las anarquistas no creen que la bondad forme parte de nuestra esencia; no existe tal visión especialmente optimista. Por supuesto que puede haber individuos libertarios e incluso colectivos que así lo crean, pero no son ni de lejos una mayoría, ni su posición puede servir para llevar a cabo un juicio sobre el anarquismo en su conjunto. Como se ha adelantado, y tal y como lo expresa Gabriel Kuhn (Revolución es más que una palabra: 23 tesis sobre el anarquismo), una de “las mayores críticas al anarquismo desde las ideologías marxistas (socialdemócratas o leninistas) [es que] el anarquismo es ingenuo, ya que tiene una visión idealizada de la naturaleza humana y las relaciones sociales”; no obstante, también añade que “la visión anarquista de la naturaleza humana es, de hecho, mucho más sutil que la de las otras corrientes de la izquierda (por ejemplo, en relación con la psicología del poder)”.

Sin falsear a Kropotkin
Algunos de los teóricos que sostienen esta crítica buscan fundamentarla en uno de los autores ácratas con más renombre: Piotr Kropotkin, principalmente por su obra El apoyo mutuo. En este trabajo, el teórico ruso principalmente lo que pretende demostrar, gracias a su interés científico por los comportamientos entre las diferentes especies de animales no humanos, es que hay un matiz importante en la famosa tesis darwinista. Cuando se exclama con vigor que la evolución se da por la “selección natural”, con la “supervivencia del más apto/idóneo”, a veces se malinterpretan sus conclusiones.

Que cierta característica suponga una “ventaja adaptativa”, que haga a determinado individuo más apto para la supervivencia, difiere, como es obvio, de los diferentes hábitats, pero tiene más que ver con la adaptabilidad a las circunstancias que podrían aparecer como adversas. Aquí es donde entra Kropotkin con sus diferentes observaciones, investigaciones y estudios acerca del mundo animal, sin escatimar en ejemplos: pingüinos, escarabajos sepultureros o las aves migratorias. Mencionando al biólogo K. F. Kessler (cita que también aparece destacada en la obra del anarquista ruso):

«Ciertamente, no niego la lucha por la existencia, sino que sostengo que, al desarrollo progresivo, tanto de todo el reino animal como en especial de la humanidad, no contribuye tanto la lucha recíproca cuanto la ayuda mutua. Son inherentes a todos los cuerpos orgánicos dos necesidades esenciales: la necesidad de alimento y la necesidad de multiplicación. La necesidad de alimentación los conduce a la lucha por la subsistencia, y al exterminio recíproco, y la necesidad de la multiplicación los conduce a aproximarse a la ayuda mutua. Pero, en el desarrollo del mundo orgánico, en la transformación de unas formas en otras, quizá ejerza mayor influencia la ayuda mutua entre los individuos de una misma especie que la lucha entre ellos.»

Esto es lo que viene a defender Kropotkin a lo largo de su obra: que el apoyo mutuo se da en muchas especies del reino animal y que resulta, en una inmensa cantidad de situaciones, mucho más efectivo para la evolución y la supervivencia que la superioridad adaptativa de un individuo. Con esto muestra que la solidaridad es una posibilidad real (que no una cualidad innata), no un sueño utópico.

Las causas antes que los efectos
Por otro lado, en ese señalamiento de ingenuidad hacia los y las libertarias que niegan la necesidad de las prisiones y de las fuerzas de represión gubernamentales, no se encuentra una cantidad de fuentes ácratas suficiente sobre la que poder fundamentar que la protesta nazca de una concepción buenista del ser humano. Es decir, casi ningún teórico o teórica anarquista justifica la abolición penitenciaria sobre la base de una bondad innata del ser humano.

Por nombrar otra autora: Emma Goldman, muy crítica con el sistema penitenciario y los engranajes que lo mantienen, estudia las causas de la criminalidad; ella se centró principalmente en la moralidad de su época como un gran condicionante o incluso detonante de las actitudes delictivas, aspecto que hoy no podríamos tampoco desechar. No defiende que en una sociedad anarquista no fuese a haber ningún tipo de disputa ni que todas las personas nos convirtiésemos en seres de luz en una sociedad regida por el apoyo mutuo, sino que, como muchos de sus compañeros y compañeras, muestra que la inmensa cantidad de delitos vienen propiciados por unas condiciones sociales que el anarquismo quiere combatir de raíz. Ya lo comentaba Proudhon con su “la propiedad es un robo”, pero las críticas abarcan muchos ámbitos más.

«Puesto que uno de los mayores estandartes del anarquismo es la posibilidad de cambio, de desarrollo, no se trata tanto de que tenga unos componentes concretos que se manifiesten continuamente en el sujeto, sino que pueda tenerlos en potencia.»

Una gran cantidad de los comportamientos que asumimos como nocivos para una convivencia más armónica son actitudes que parten de ciertas culturas, tradiciones o sistemas de valores (como la santidad de la propiedad privada, exacerbada por el capitalismo): la envidia, la avaricia, la meritocracia y su consecuente competitividad, etc. Con esto se señala la gran influencia del contexto en el comportamiento del ser humano; lejos de defender que se deba a una única causa, muestra una gran relación entre los valores sociales y la mayoría de los delitos penados en la actualidad. De esta forma se quiere hacer hincapié en el ámbito de lo normativo, no de lo natural; de cómo es la esfera social la que alberga los valores, un espacio que es puramente contingente y que va cambiando de manera continua.

Más una potencialidad
Puesto que uno de los mayores estandartes del anarquismo es la posibilidad de cambio, de desarrollo, no se trata tanto de que el ser humano tenga unos componentes concretos que se manifiesten continuamente en el sujeto, sino que pueda tenerlos en potencia. En esta línea, Tomás Ibáñez en su libro Agitando los anarquismos. De Mayo del 68 a las revueltas del siglo XXI, dedica un capítulo a esta cuestión, cuyo título ya es una sentencia clara: “La naturaleza humana: un concepto excedentario en el anarquismo”. En este texto subraya que

«Resulta totalmente falso en cuanto nos tomamos la molestia de examinar el discurso anarquista […] que se caracterice por asumir una concepción de la naturaleza humana cercana a la de Rousseau. En general, las figuras clásicas del anarquismo se inclinan más bien por enfatizar la plasticidad del ser humano, destacando que se compone tanto de rasgos positivos como negativos. De hecho, consideran que estos rasgos entran a menudo en conflicto y, por eso, debemos estar siempre en alerta y reconstruir constantemente las condiciones de la libertad para que una vida colectiva sin coerción sea posible.»

Es decir, se trata de construir una situación en la que la anarquía sea realizable; énfasis en “construir”, puesto que no viene dado. Para que esto sea factible, solo hace falta que el ser humano tenga la potencialidad de esos valores de apoyo mutuo que se desean y se den las circunstancias históricas que posibiliten el desarrollo de esa potencialidad, lo cual creo que es evidente que se ha demostrado como cierto a lo largo de la historia o de las diferentes experiencias que hayamos podido tener cada una.

La única naturaleza humana en el anarquismo

A pesar de todo lo expuesto, si necesariamente (que no creo que sea el caso) el pensamiento libertario tuviese que postular y posicionarse sobre una naturaleza humana concreta, sería la mutabilidad. El atributo de cambio es lo que necesariamente posibilita la libertad, que no viene predefinida de manera innata y por tanto no se guía hacia el “bien”, alejándose del “mal”, una libertad a secas, sin adjetivos. La posibilidad del individuo de escoger qué es lo que quiere hacer, ya contribuya a una mejor convivencia o suponga un conflicto: lo que se defiende es eso. Lo que se persigue, o se intenta reconquistar, es eso.

Si, en cambio, no pudiésemos ser maleables, caeríamos en el más profundo determinismo, negando así no solo la posibilidad de la anarquía, sino de cualquier otro sistema de organización y de valores que no fuesen los actuales. Cuestión que, por otra parte, el desarrollo histórico ya desmiente por la existencia de diferentes épocas con sus distintas formas sociales. No obstante, casi la propia pregunta acerca de una naturaleza humana ya lleva consigo cierta determinación hacia el ser humano: algo que es y no puede cambiar, que le acompaña (o le custodia) desde su nacimiento hasta su muerte. Por esto la propuesta supone en sí misma una paradoja: si el atributo compartido por todos los seres humanos es que cambiamos y que no venimos determinados, es que no puede considerarse en sí un atributo común, puesto que lo común es que no hay nada común.

Mientras que con este artículo se ha pretendido dar un par de pinceladas al mayor argumento esgrimido contra el anarquismo, con el que se forma una especie de falacia “hombre de paja” o petición de principio, puesto que la premisa que se emplea no es la adecuada, no se pretende realmente postular, en su lugar, otra premisa naturalista, sino anularla. Y aquí una conclusión, reflexión y/o advertencia: hay que prevenir que la naturaleza del ser humano abarque una cuestión central en los debates acerca de la viabilidad del anarquismo porque, además de suponer un estancamiento, sería “entrar exactamente en el juego de quienes niegan la posibilidad de la anarquía alegando su incompatibilidad con la naturaleza humana y es caer en la trampa de utilizar la misma lógica argumentativa que inspira su discurso” (Ibáñez, op. cit.).
___________
EL RUMOR DE LAS MULTITUDES
Emma Goldman y Nietzsche
La Emma Goldman nietzscheana: ¿un oxímoron para el feminismo?
SILVIA K. DÖLLERER
____________
EL RUMOR DE LAS MULTITUDES
Pintada ocupacion en Tetuan
CSOs: las heterotopías populares
SILVIA K. DÖLLERER
______________
Archivado en: Movimientos sociales ‧ Anarquismo

Los movimientos contraculturales en Estados Unidos – Bernat Muniesa (12/2023)

Los movimientos contraculturales en Estados Unidos 

BERNAT MUNIESA

Fecha: 30 diciembre, 2023

Autor/a: Polémica

Información – Crítica – Pensamiento

HISTORIA, MOVIMIENTOS SOCIALES

Imagen: Herbert Marcuse

La llamada Contracultura, como movimiento rebelde, surgió inicialmente en Estados Unidos como respuesta de una generación de jóvenes contra el liberalismo o capitalismo (en adelante el Sistema) y lo que Herbert Marcuse, filósofo alemán allí exiliado, venía anunciando en los centros universitarios (Nueva York y Berkeley, en California) sobre la aparición, como producto del Sistema, al ente que ya denominó como el hombre plano o unidimensional. Marcuse formaba parte de la Escuela de Frankfurt, junto a Max Horkheimer, Eric Fromm y Theodor Adorno (Walter Benjamin también formó parte de esta élite intelectual, pero murió en Port Bou cuando intentaba exiliarse, en septiembre de 1940), todos huidos de la Alemania nazificada. Marcuse sería uno de los referentes de la rebelión juvenil iniciada en Estados Unidos, antes de marchar a Francia por haber sido expulsado de Berkeley a instancias del entonces gobernador de California, el ultraliberal Ronald Reagan, que le acusaba de instigar a los estudiantes y de expandir el marxismo, aunque en el pensamiento del filósofo se combinaban también elementos freudianos y anarquistas (uno de sus libros lleva por título El final de la utopía, anunciando el fracaso del comunismo en la URSS stalinizada). En su otra obra, de título Eros y Civilización, de gran impacto entre la juventud occidental, Marcuse afirma:

«La sustitución, en el ser humano, de su tendencia al placer por el principio de realidad que le impone el Sistema, es la clave del trauma que el colectivo humano arrastra como Sísifo arrastraba su piedra. De hecho, esta tragedia no tiene su origen hoy: surgió ya en la horda primitiva, cuando el Padre, o sea el Macho, monopolizó el Poder y lo utilizó como su propio placer. Hoy, ese Padre es el Sistema Liberal. Y él es el productor del hombre masificado, célula de lo que podría llamarse la masa o la chusma, utilizadas por las élites del poder político/financiero para mantener sus privilegios con la ayuda mixtificadora de los mass media y muy especialmente la televisión. Y, naturalmente, si estos mecanismos fallan, entonces la élite del poder recurre a la violencia estatal directa: la policía y el ejército. En síntesis, podemos afirmar –concluye Marcuse– que el Sistema impone un fascismo que yo apellido posmoderno».

Con esta introducción tan solo pretendo situar al lector en una mejor perspectiva para bordar la temática central.

Otros antecedentes necesarios

jack_kerouac_8236

Jack Kerouac

Lo que ha quedado etiquetado como Contracultura tuvo sus orígenes en el instinto rebelde de una juventud que ya en la década de los años cincuenta del pasado siglo XX se apercibió de aquel fascismo ordinario o liberalismo fascistizado que embotaba los cerebros de la ciudadanía y atiborraba sus estómagos con el auge económico de la coyuntura. Un mundo joven ansioso de lecturas y cambios de vida fue pronto atraído por una élite disidente con raíces en el fourierismo del aquel lejano socialismo que Marx tildó erróneamente de utópico (Saint-Simon, Fourier, Owen, Flora Tristán, Cabet…). Surgió así la generación beat que para la rebelión juvenil tuvo referencias en Jack Kerouac, autor de On the Road, exaltando la libertad, la naturaleza, la evasión y el placer, que incluían el uso de la droga, especialmente la marihuana; el poeta Allan Ginsberg, autor de ¡Aullido! y difusor de la idea de que el industrialismo y la ciencia manipulada por el poder eran el dios Moloch, una insaciable deidad cuyas víctima son los ciudadanos, anunciando que el horrible futuro ya lo habían diseñado magistralmente Aldous Huxley en El mundo feliz o Ray Bradbury en Farenhait 451. A ambos debe añadírsele William Borroughs, autor del elogio de la droga como evasión en Junky (1953), donde define al tecnócrata: «su mente es la insidia; su sangre, el dinero; sus manos, las armas; su alma, el beneficio… Un monstruo». Gary Synder preconizaba el regreso al orientalismo, al Tao budista, mientras que David Riessman, en sus conferencias universitarias y su obra La muchedumbre solitaria denunciaba el falseamiento de la realidad social y cultural por las élites del poder, intentando destruir al ciudadano heterodoxo y rebelde, y generado neurosis colectivas entre las masas a través del consumismo. Y Vance Packard publicaba tres obras con títulos muy significativos: Los artífices del despilfarro (políticos y economistas), Los trapadores de la pirámide (los ejecutivos) y Los persuasores (los mass media, que fomentan las falsas necesidades, que premeditadamente confunden la libertad con la libertad de comprar y convierten al ciudadano en un zombi), mientras que el profesor Charles W. Mills desenmascaraba con nombres y apellidos a la élite del poder, sostenida por sus multinacionales, sus instrumentos políticos y, no lo olvidemos, por unas clases medias que definía como «mediocres, egoístas, consumistas e ignorantes». Y finalmente debemos aludir a otro factor que catalizó la rebelión juvenil: la llamada nueva música, el Rock‘n Roll, promotor de nuevas formas de evasión colectivas en salones y campus, en encuentros donde música y droga animaban maratones de baile y ruido. Elvis Presley, Jerry Lee Lewis y Little Richard fueron sus líderes, junto a Bill Haley y The Comets. Una canción se convirtió en himno de aquella generación: Rock Around the Clock (1954).

El Manifiesto de Berkeley y la Marcha contra el Pentágono

A lo largo de la década de los sesenta (siglo XX) el planeta estaba infestado de guerras, la mayoría provocadas por los intereses imperialistas, anglosajones y francés: Nigeria, Angola y Mozambique, República Sudafricana (el apartheid racista blanco), el eterno conflicto de Oriente Medio provocado por la instauración del Estado de Israel, la Revolución Cultural impulsada por el maoísmo en China, y los combates entre guerrilleros y dictadores en América Latina, donde Cuba aparecía como el catalizador revolucionario. Y naturalmente, la guerra de Vietnam, donde Estados Unidos sostenían al Gobierno corrupto y oligárquico del Sur, en la guerra civil con el Norte comunista: una guerra perdida de antemano por la oligarquía y los yankees.

marcha pentagono

Fue precisamente esta guerra la que se convirtió en el catalizador de las rebeliones juveniles que culminaron en la Marcha sobre Washington, el 12 de octubre de 1967: dos millones de personas de toda la nación se congregaron para protestar ante la Casa Blanca (presidente Lyndon B. Johnson) y el Pentágono. Frente a la Casa Blanca, el escritor Norman Mailer leyó el siguiente manifiesto:

«El sueño americano no existe. Es una pesadilla criminal organizada por los degenerados del poder político y financiero con el sostén de la mediocre clase media de este país».

En otro plano, la canción comprometida tuvo sus puntos culminantes en Bob Dylan y Joan Báez: su leit motiv era ninguna guerra es nuestra guerra; Vietnam es vuestra guerra, como lo son todas guerras. Simultáneamente, en la Universidad de Berkeley las asambleas estudiantiles se proclamaban partidarias de «Dionisos contra Apolo» y surgían movimientos como los hippies; su proyecto: el placer, la poesía, el arte, la naturaleza, el pacifismo, la fraternidad y el amor libre. En el Manifiesto juvenil podía leerse:

«Desafiamos al Poder. a que nos juzgue por nuestra solidaridad con el pueblo vietnamita, por llevar el cabello largo, por apoyar al movimiento de liberación negro, por fumar marihuana, por despreciar al liberalismo, por considerar la propiedad privada como una mierda, por no ser unos idiotas como lo es la clase media del país. Luchamos por la paz, la libertad y la vida, y elogiamos la psicodelia. Y al poder le ofrecemos flores, mientras él nos responde con alambradas, cárceles, napalm y balas».

En las manifestaciones de Berkeley murieron una veintena de estudiantes, en choques contra las fuerzas militares del gobernador Reagan, autodefinido como «liberal», lo que provocó que Marcuse afirmara, en una nueva concentración juvenil, antes de ser expulsado de Estados Unidos, que liberalismo y fascismo son dos formas de lo mismo: la explotación y la humillación del ser humano por el poder establecido. Mientras el movimiento a favor de los Derechos Civiles del pastor Martin Luther King iniciaba un combate que le costaría morir asesinado, y el célebre boxeador Cassius Clay se exiliaba a Canadá para evitar ser enviado a Vietnam, el filósofo atacaba el consumismo, señalando que

«el objeto del consumo tiende a ocupar la imaginación del hombre unidimensional, y esto es un triunfo de Goebbels, el fundador de la propaganda moderna. A través de ello, el sujeto se convierte en opresor de sí mismo, motivado por falsas necesidades. Surge entonces un universo totalitario movido por dos razones: la razón consumista y la razón de la apariencia fomentada por los mass media».

Convertido en la expresión filosófica de la rebelión, Marcuse acabó despidiéndose de los jóvenes en los campus universitarios denunciando que «la ciencia ha perdido su batalla y ha sido suplantada por la técnica. El objeto de la ciencia era conocer la Naturaleza para situarla al servicio de la humanidad». Y añadió: «El Sistema la ha transformado en tecnociencia, generando una nueva élite, los tecnócratas, cuya función es someter el conocimiento científico a los intereses del mercado y su dictadura». En resumen, un discurso que data de los años sesenta (siglo XX) y que sigue teniendo hoy una vigencia radical en plena crisis actual del Liberalismo y del sistema del cual es su ideología: el capitalismo.

La expansión contracultural en Europa occidental: mirando hacia atrás con ira

Los movimientos contraculturales también se expandieron por Europa Occidental, culminando en el Mayo de 1968 en Francia. Bastante antes, sin embargo, en el Reino Unido ya se habían organizado los Jóvenes Airados, con personalidades como las de los dramaturgos John Osborne y Joe Orton, siendo este último el autor de la pieza Mirando hacia atrás con ira (1956), símbolo de una generación que rechazaba el pasado y la herencia sociológica de sus progenitores, movimiento que asimismo se expandió en el cine, con la generación del free cinema: los Karel Reisz, Tony Richardson, Lindsay Anderson, en tanto que las bandas juveniles se organizaban en teddy boys y, en Francia los blousons noirs, verdaderas «tribus» urbanas. En Holanda aparecieron los provos, de tendencia anarquista y precedentes de los actuales jóvenes okupas y/o antisistema.

Todos esos movimientos, contraculturales, despreciaban el liberalismo o capitalismo y el consumismo, y rechazaban el comunismo stalinizado: culminaron en el hippismo, en Estados Unidos y Europa occidental. En las ciudades se ocupaban barrios (el Carnaby Street de Londres, en Ámsterdam, en París…) y en el Reino Unido algunas «tribus» eran rivales y tuvieron enfrentamientos, como los habidos entre los mods y los rockers, tema del film Quadrophenia, protagonizada por el cantante Sting, o entre los punkies y los skins. Cabezas rapadas, pellizas de cuero, cabellos engominados como crestas, colgantes metálicos sobre el pecho, todo síntomas de rechazo contra un mundo indeseable, el del consumismo. En Francia la contracultura cinematográfica alcanzó gran notoriedad, con autores como Jean Luc Godard, Claude Chabrol, Eric Rohmer, Agnes Varda y François Truffaut, entre otros.

Todos los caminos hasta aquí trazados tendrían una culminación en el Mayo Francés de 1968, una rebelión contracultural de amplios efectos y consecuencias en el futuro occidental, mientras que en España el movimiento estudiantil combatía contra la dictadura franquista y en Italia resurgía un fuerte movimiento antiautoritario.

¿Y en Europa oriental? Pues, en esa mitad europea, sometida al stalinismo, hubo movimientos como el de Checoslovaquia, la llamada Primavera de Praga, pero su con- tenido buscaba democratizar las dictaduras burocráticas tuteladas por la URSS y no incluía el factor de la rebelión contracultural.

El Mayo francés

La rebelión de mayo de 1968 se inició en la Universidad de Nanterre, en las afueras de París, hacia el mes de marzo: los jóvenes exigían retraso del cierre nocturno de los accesos a la residencia estudiantil, eliminar la separación de sexos y acabar con el autoritarismo en la docencia. La negativa de la autoridad académica les decidió marchar a la Sorbona y los estudiantes de esta universidad se incorporaron a la protesta. En asambleas conjuntas crearon un programa: fin del autoritarismo en las aulas; igualdad de derechos sociológicos de la mujer; crear un movimiento pacifista y exigir el fin de la guerra de Vietnam; fundar un movimiento ecologista contra los desmanes del liberalismo contra la Naturaleza, y exigir una amnistía contra los presos, señalando que los delincuentes eran los capitalistas y sus lacayos políticos. Ocuparon el Odeón y nombraron representantes, entre ellos Daniel Cohn-Bendit y Guy Debord. Invitaron a las asambleas a personalidades destacadas de la cultura, siendo Jean-Paul Sartre uno de ellos, quien les incitó a ampliar la protesta. Proclamaron entonces el Barrio Latino como «zona liberada», mientras el presidente Charles de Gaulle ordenaba a la gendarmería acordonar la zona. Se produjo entonces, hacia los días 15 y 16 de mayo, una batalla campal y los estudiantes bloquearon la zona con barricadas, decidiendo enviar una delegación a la fábrica Renault para invitar a los obreros a incorporarse a la huelga. Y, en efecto, la rebelión obrera se extendió desde allí a toda Francia: una huelga general. En esa situación, el principal sindicato, la Confederación General del Trabajo (CGT), comunista, desautorizó el movimiento y, de hecho, se alineó con el Gobierno. El presidente De Gaulle llegó a consultar con el Estado Mayor del Ejército y los jefes de las tropas estacionadas en Alemania federal (el general Massu). Francia se paralizó. Por aquellos días, el diario Le Monde entrevistó al filósofo Herbert Marcuse, quien afirmó lo siguiente: la rebelión que se ha extendido en toda Francia, al igual que la habida en Estados Unidos, no está provocada por el estómago, no se trata de un movimiento catalizado por el hambre… Es una rebelión incitada por el cerebro, por la libertad y contra el autoritarismo liberal de la democracia… Desgraciadamente, ni el poder político ni el financiero lo podrán entender. El día 21 (mayo), el Gobierno dirigido por el conservador Georges Pompideau concedió: un aumento salarial lineal del 30 %; un mes completo de vacaciones anuales; legislar el acceso de la mujer al mundo laboral y reconocerle igualdad de derechos con el hombre; gratuidad sanitaria; pensiones que llegaban al 80 % del salario… Finalmente, la huelga laboral se desactivó y la rebelión fue perdiendo fuerza. A primeros de junio, con una situación normalizada, un millón de ciudadanos, invitados por el Gobierno, se manifestaron para respaldar al gaullismo y, en una nueva entrevista (Le Monde), Marcuse repitió las palabras de Norman Mailer en Estados Unidos: el poder se sustenta en la mediocridad de las clases medias, egoístas y estúpidas. Ellas nutren al hombre plano.

La sociedad del espectáculo

Acabado el conflicto, Guy Debord, una de las personalidades más destacadas de la rebelión anarquista, publicó un lúcido trabajo titulado La sociedad del espectáculo, donde complementaba las tesis de Marcuse y exponía cómo el Sistema acosaría y asimilaría a la larga las conquistas sociales y culturales, empleando especialmente los mass media, y masivamente la televisión.

Guy Debord

Guy Debord

Comenta Debord que el Sistema liberal y/o capitalista, metamorfosea al ser humano en un ente mezcla de Sísifo (arrastrando la piedra montaña arriba y dejándola caer para volver a subirla, y así infinitamente…) y Tántalo (dejándose dominar por la obsesión de la riqueza). En el Sistema que vivimos, la realidad es suplantada sistemáticamente por la imagen, de modo que esa realidad es sustituida por la apariencia: habitamos una sociedad cuya falsificación nos domina (a quien se deja, desde luego). Por ello, la acumulación y omnipresencia de la apariencia acaba por convertir la sociedad en la sociedad del espectáculo, de la mera apariencia: hoy, por ejemplo, la instrumentalización del fútbol por las élites del poder y convertido en el opio del pueblo (el Barça es el sustitutivo de la impotencia catalana para la independencia; Freud disfrutaría con este tema). A partir de estas premisas, afirma Debord:

Los individuos consumistas son unos mentirosos/sas que se engañan a sí mismos/as, creando una miseria cultural a través de la cual ven el mundo al revés.

Comparte este artículo en:

Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)Haz clic para imprimir (Se abre en una ventana nueva)

Cargando…

Relacionado

Los Black Panthers y el combate afroamericano · Bernat MUNIESA

26 diciembre, 2012

En «Memoria histórica»

La rebelión juvenil de los años sesenta · BERNAT MUNIESA

24 agosto, 2013

En «Historia»

La CNT en el exilio francés. Polémicas, enfrentamientos y divisiones · Simón CORTINAS

24 enero, 2014

En «CNT»

Publicado por Polémica

El primer número de la revista Polémica se publicó en 1980 en Barcelona. Polémica se define como libertaria, desde una posición abierta y sin reconocer verdades absolutas ni doctrinas oficiales. Entendiendo lo libertario más como búsqueda de respuestas que como afirmación de principios, procurado siempre compaginar la firmeza en las convicciones propias con el respeto a las ideas de los demás. Esto nos ha permitido contar con un amplio y variado abanico de colaboradores. Polémica procura siempre ser rigurosa, sin sacrificar la objetividad a la propaganda fácil, ni el análisis a la comodidad del tópico consabido. Polémica siempre ha estado estrechamente comprometida con la realidad político social y con las luchas por la libertad y por una sociedad justa y solidaria. Ver todas las entradas de Polémica

Navegación de entradas

EMMANUEL TODD: LA DERROTA DE OCCIDENTE

C L I O N A U T A : Blog de Historia
GEOPOLÍTICA, LIBROS, RELACIONES INTERNACIONALES

EMMANUEL TODD: LA DERROTA DE OCCIDENTE

16/01/2024 ANACLET PONS
7 COMENTARIOS

Continuamos semana en el mundo de la geopolítica y de los análisis de situación. Lo hacemos con un ensayista de amplio espectro -antropólogo, historiador, demógrafo, politólogo o sociólogo, según los gustos-, con un estudioso tan preparado como polémico,  Emmanuel Todd, al que se suele calificar de conservador, liberal, soberanista,  conservador de izquierdas, nacional-conservador, etc. . Y, claro está, dados sus antecedentes, sus posiciones, sus provocaciones y sus excesos, el asunto de la invasión rusa lo ha vuelto a poner en primera página, con acusaciones variadas de pertenecer al partido del Kremlin. Porque en lo tocante a este asunto, parece que solo hay dos opciones, blanco o negro, sin grises.  Así que, a la postre, el profesor Todd ha decidido mostrar su posición en un nuevo e interesante libro:  La Défaite de l’Occident (Gallimard).

Como es habitual, la salida al mercado de este volumen ha hecho que su autor desfilara por los diversos medios explicando y justificando su posición: “Occidente está formado por oligarquías liberales, Rusia es una democracia autoritaria“, “Estamos asistiendo a la caída final de Occidente“, “Estamos al borde de un vuelco mundial“, “Lo mejor que le podría pasar a Europa es la desaparición de Estados Unidos“, “No soy putinófilo” o, como dicen en Libération, “Emmanuel Todd afirma su putinofilia“.

Hubo un tiempo, quizá alguien lo recuerde, en que Emmanuel Todd fue considerado “el profeta de la política“.  Por si está en lo cierto, no estará de más presentar lo que en este trabajo expone,  que empieza con una introducción titulada “Las diez sorpresas de la guerra” precedida de dos clarificadoras citas, una muy famosa de Lutero (Aquí estoy, no puedo hacer otra cosa) y otra de Raymond Aron:

Seguros de conocer de antemano el secreto de la aventura inconclusa, contemplan la confusión de los acontecimientos de ayer y de hoy, con la pretensión del juez que domina los conflictos y distribuye soberanamente los elogios y las censuras. La existencia histórica, tal como se la vive auténticamente, opone individuos, grupos, naciones, en lucha por la defensa de intereses o ideas incompatibles. Ni el contemporáneo ni el historiador están en condiciones de imputar sin reservas el error o la razón a unos o a otros. No es que ignoremos el bien y el mal, pero ignoramos el porvenir y toda causa histórica acarrea iniquidades.

Y así empieza la introducción sobre las sorpresas de la guerra:

“El 24 de febrero de 2022, Vladimir Putin apareció en las pantallas de televisión de todo el mundo. Anunció la entrada de tropas rusas en Ucrania. Su discurso no era fundamentalmente sobre Ucrania o el derecho a la autodeterminación del pueblo de Donbass. Era un
desafío a la OTAN. Putin explicó por qué no quería que Rusia fuera cogida por sorpresa, como en 1941, esperando demasiado al inevitable ataque: “La continua expansión de la infraestructura de la Alianza del Atlántico Norte y el desarrollo militar del territorio de
Ucrania son inaceptables para nosotros”. Se había cruzado una “línea roja”; no se trataba de permitir que se desarrollara una “anti-Rusia” en Ucrania; era una cuestión, insistió, de autodefensa.

Este discurso, en el que afirmaba la validez histórica y, por así decirlo, jurídica de su decisión, revelaba, con cruel realismo, una relación técnica de fuerzas a su favor. Si había llegado el momento de que Rusia actuara, era porque su posesión de misiles hipersónicos le otorgaba superioridad estratégica. El discurso de Putin, muy bien construido y muy sereno, aunque delatara cierta emoción, fue perfectamente claro y, aunque no había motivos para ceder, merecía ser discutido. Sin embargo, lo que surgió inmediatamente fue la visión de un Putin incomprensible y de unos rusos incomprensibles, sumisos o estúpidos. Lo que siguió fue una falta de debate que deshonró a la democracia occidental: total en dos países, Francia y Reino Unido, relativa en Alemania y Estados Unidos.

Como la mayoría de las guerras, especialmente las mundiales, ésta no se desarrolló según lo previsto, y ya nos ha deparado muchas sorpresas. He enumerado diez de las principales.

La primera fue el propio estallido de la guerra en Europa, una guerra real entre dos Estados, un acontecimiento sin precedentes para un continente que creía haberse instalado en la paz perpetua.

La segunda son los dos adversarios implicados en esta guerra: Estados Unidos y Rusia. Durante más de una década, Estados Unidos había identificado a China como su principal enemigo. (…) Ahora, a través de los ucranianos, asistimos a un enfrentamiento entre Estados Unidos y Rusia.

La tercera sorpresa es la resistencia militar de Ucrania. (…)

Pero los más sorprendidos fueron los propios rusos. En sus mentes, como en las de la mayoría de los occidentales informados, y de hecho en la realidad, Ucrania era lo que técnicamente se conoce como un Estado fallido. (…)

(…)

La cuarta sorpresa fue la resistencia económica de Rusia. Nos habían dicho que las sanciones, en particular la exclusión de los bancos rusos del sistema de intercambio interbancario Swift, pondrían al país de rodillas. Pero si algunas mentes curiosas de nuestro personal político y periodístico se hubieran tomado la molestia de leer el libro de David Teurtrie, Russia. Le retour de la puissance, publicado unos meses antes de la guerra, nos habríamos ahorrado esta ridícula fe en nuestra omnipotencia financiera. (…)

Quinta sorpresa: el desmoronamiento de toda voluntad europea. Al principio, Europa era la pareja franco-alemana, que, desde la crisis de 2007-2008, había adquirido ciertamente la apariencia de un matrimonio patriarcal, con Alemania como el marido dominante que ya no escuchaba lo que su pareja tenía que decir. Pero incluso bajo la hegemonía alemana, se pensaba que Europa conservaba cierta autonomía. A pesar de algunas reticencias iniciales al otro lado del Rin, incluidas las vacilaciones del Canciller Scholz, la Unión Europea abandonó muy pronto toda voluntad de defender sus propios intereses; se aisló de su socio energético y (más en general) comercial ruso, castigándose cada vez más severamente. ( …) Esta evanescencia de Europa como actor geopolítico autónomo es desconcertante cuando recordamos que, hace apenas veinte años, la oposición conjunta de Alemania y Francia a la guerra de Irak dio lugar a conferencias de prensa conjuntas del canciller Schröder, el presidente Chirac y el presidente Putin.

La sexta sorpresa de la guerra fue la aparición del Reino Unido como pícaro antirruso y tábano de la OTAN. (…)

De forma igual de extraña, este belicismo también afectó a Escandinavia, que durante mucho tiempo había sido pacífica y más proclive a la neutralidad que al combate, por lo que nos encontramos con una séptima sorpresa, también protestante, en el norte de Europa, unida a la fiebre británica. (…)

La octava sorpresa es la más… sorprendente. Procede de Estados Unidos, la potencia militar dominante. Tras una lenta acumulación, la preocupación se manifestó oficialmente en junio de 2023 en numerosos informes y artículos cuya fuente original era el Pentágono: la industria militar estadounidense es deficitaria; la superpotencia mundial es incapaz de garantizar el suministro de proyectiles -o de cualquier otra cosa- a su protegido ucraniano. (…) El concepto de producto interior bruto está obsoleto, y ahora debemos reflexionar sobre la relación entre la economía política neoliberal y la realidad.

La novena sorpresa es la soledad ideológica de Occidente y su ignorancia de su propio aislamiento. Habiéndose acostumbrado a establecer los valores que el mundo debe suscribir, Occidente esperaba sinceramente, estúpidamente, que todo el planeta compartiera su indignación ante Rusia. Se sintieron decepcionados. Una vez pasada la conmoción inicial de la guerra, empezó a aparecer en todas partes un apoyo cada vez menos discreto a Rusia. (…)

La décima y última sorpresa se materializa ahora. Es la derrota de Occidente. Tal afirmación puede resultar sorprendente cuando la guerra aún no ha terminado. Pero esta derrota es una certeza porque Occidente se está destruyendo a sí mismo en lugar de ser atacado por Rusia.

Ampliemos nuestra perspectiva y escapemos por un momento de las emociones que legítimamente suscita la violencia de la guerra. Estamos en la era de la globalización completa, en los dos sentidos de la palabra: máxima y completa. Intentemos adoptar una perspectiva geopolítica: en realidad, Rusia no es el principal problema. Demasiado vasta para una población que disminuye, sería incapaz de tomar el control del planeta y no tiene ningún deseo de hacerlo; es una potencia normal cuya evolución no tiene ningún misterio. Ninguna crisis rusa desestabiliza el equilibrio mundial. Es una crisis occidental, y más concretamente una crisis terminal estadounidense, la que pone en peligro el equilibrio del planeta. Sus ondas más periféricas se han topado con un topo de resistencia ruso, un clásico Estado-nación conservador.

(…)”.

© Gallimard / Emmanuel Todd

7 COMENTARIOS SOBRE “EMMANUEL TODD: LA DERROTA DE OCCIDENTE”
Manuel Emilio Martínez Javier
13/02/2024 A LAS 15:02
Me agradaría obtener una copia de esta importante obra del autor francés, desde República Dominicana, 2024.

RESPONDER
Alejandro
01/02/2024 A LAS 2:21
¿Por qué se ha censurado la crítica de Todd hacia el transgenerismo?

RESPONDER
Gerardo Nieto
28/01/2024 A LAS 0:45
¿Quién gestionará la crisis global? Está visto que Occidente no lo hará. ¿O es que la humanidad se quedó sin factor de referencia?

RESPONDER
Enrique Exeta
26/01/2024 A LAS 22:06
Ya lo señalaba, hace casi un siglo, Oswald Spengler en su libro La Decadencia de Occidente,
Bueno retomar su lectura.

RESPONDER
Arturo Paredez
26/01/2024 A LAS 20:27
Un análisis objetivo sobre la guerra en Ukrania, en el corto plazo veremos si se cumplen esta predicción.

RESPONDER
Ramón J. Goldarazena Mikeo
23/01/2024 A LAS 10:44
“Quien almuerza con la arrogancia infinita, cena con la humildad” Símón Bolívar. Esto, afortunadamente, le está pasando a occidente, y en especial a esta chapera Europa.

RESPONDER
Ruth
22/01/2024 A LAS 0:52
Mucho para debatir.
El orden está dado por los números.No por importancia….esa globalización con la q concluyó me genera muchas preguntas.
Gracias por atreverse a un análisis

RESPONDER

https://clionauta.hypotheses.org/36538

Anteriores Entradas antiguas Siguiente Entradas recientes