Paul B. Preciado: “El relato de la transición de género se quiere despolitizar haciéndolo individual”: CINE

CINE: Paul B. Preciado: “El relato de la transición de género se quiere despolitizar haciéndolo individual”

‘Orlando, mi biografía política’, se estrena el 11 de octubre en España. El filósofo Paul B. Preciado dirige esta interpretación de la novela de Virginia Woolf que es política porque es colectiva, y donde las personas trans son sujeto de la consulta del psiquiatra, la mesa de operaciones o los juzgados.

Deva Mar Escobedo
@devaescobedo
30 SEP 2023 06:00

De Manifiesto contrasexual yonqui (2002) a Dysphoria mundi (2022), a Paul B. Preciado se le conoce por escrito. Pero lo que llega con la firma del filósofo, comisario de arte y referente del pensamiento queer este mes de octubre es una película: Orlando, mi biografía política.

Preciado cuenta que se espantó cuando el canal francoalemán Arte le dijo que querían hacer una película sobre su vida y acabó cogiendo las riendas de esa historia como director, con dos premisas importantes: el relato tendría que ser colectivo y se trataría de una adaptación documental de la novela Orlando, de Virginia Woolf, la novela escrita en 1928 en la que un personaje cambia de género en medio de la historia.


Como resultado, una veintena de Orlandos forman parte de esta obra onírica y punk donde las personas trans, para variar no son objetos: son sujetos que bailan en la consulta del psiquiatra, manejan el bisturí en la mesa de operaciones o celebran el reconocimiento de su ciudadanía en los juzgados.

Tu obra hasta ahora ha sido escrita, en una trayectoria ya de dos décadas. ¿Cómo ha resultado hacer cine?
Es muy distinto, porque con el libro llegas de manera muy íntima al lector, pero es una lectura muy individual, de tú a tú. Cuando tienes la suerte de proyectar la película en una sala hay un momento hipnótico compartido que realmente es maravilloso.


¿Estás flipando con pasar de escribir libros a hacer cine?
No tanto, porque tengo que decir que hay mucha parte del glamour del cine que es simplemente por el hecho de que es la industria cultural dominante y que hace que te presten mucha más atención.

Pero atención ya tenías…
Sí, pero no es igual simplemente por eso, porque el cine es la industria dominante. Cuando haces una película tienes la posibilidad de llegar a muchísimos más públicos que con un libro. Y, sobre todo, con un libro de filosofía como los que hago yo.

El público de tu película en los estrenos que has hecho hasta ahora ha sido heterogéneo. ¿Esperabas que fuera una peli que suscitara interés solo o mayoritariamente en público LGTBIQ+?
Qué va, para nada. Al principio, cuando escribía mis libros, por ejemplo el Manifiesto contrasexual, escribía desde el underground para el underground porque era muy importante escribir desde ese lugar y para ese lugar, para lectores que estaban haciendo ya ese trabajo de crítica. Yo me dirigía a ese lectorado en ese momento. Pero hace mucho tiempo me dirijo a cualquiera a quien le quede todavía intacta un poco de imaginación política, que tenga todavía la capacidad de imaginar poéticamente.

¿Ya no escribes desde el underground?
El underground, tal como era antes, ha desaparecido. Ya no hay un underground como cuando yo era adolescente, por ejemplo. Yo creo que ahora hay internet como un mercado global y una cierta vida analógico política que existe fuera de ese mercado. Y ahora tengo el privilegio de ir de un lado a otro. Es un privilegio poder cruzar esa frontera, porque me muevo en distintos ámbitos y me parece interesante poder mantener ese recorrido.

Las convenciones habituales de cómo se narra una biografía ya en sí mismas me espantan. ¿Qué es lo que constituye la biografía? ¿Cuándo empieza? ¿Cómo se narra eso?
Te pidieron hacer una película autobiográfica…
No, es más, más perverso y complicado que eso. Arte, la cadena de televisión francoalemana, viene a verme diciéndome que ellos ya tienen un proyecto para hacer una película sobre mi vida con un director cis y gay… supermajo y todo lo que quieras. Y ellos tienen ese proyecto montado y vienen para decirme que si quiero colaborar en él. A mí, ese proyecto me espanta. Primero, independientemente de que la persona sea trans o no trans, porque las convenciones habituales de cómo se narra una biografía ya en sí mismas me espantan. ¿Qué es lo que constituye la biografía? ¿Cuándo empieza? ¿Cómo se narra eso? Y luego, evidentemente, porque desde una perspectiva binaria, yo sé cómo se va a narrar esa biografía. Se va a narrar como antes y después: naces en tal sitio, te asignan género femenino y luego ya todo tu proceso… Al final, yo soy un filósofo, mi vida tampoco tiene mucho interés, me he pasado la vida o escribiendo, o viajando, o dando conferencias, y lo que les interesaba era esa especie de hazaña.

Querían un viaje del héroe…
Sí, exacto, el viaje del héroe, pero en términos de género, y siempre como si fuera una cosa individual.


Te espantaba la idea de que se hiciera una autobiografía sobre ti y dijiste: “Mira mejor la hago yo”.
Tampoco dije “la hago yo”, porque en principio yo no tenía el poder de asignarme a mí mismo la película. Fui a un comité de productores de Arte para decirles, sobre todo, que no hicieran la película, fui a darles razones para que no la hicieran. Y les di cincuenta proyectos que me parecían mucho más interesantes. Les dije: “Hagan la biografía de Foucault o de Monique Wittig, pero a mí déjenme tranquilo”. Cuando vi que ellos se aferraban a la idea, llegó un momento en que dije: “Si hacen la película, en todo caso, la única condición es que sea una adaptación de Orlando, de Virginia Woolf”. Alguien dijo que le parecía una idea maravillosa y el director de la productora dijo: “La podría hacer Paul”. Yo siempre he entendido la filosofía como pensar desde el otro lado de la frontera, como intentar atravesar una frontera para pensar desde ahí. Entonces, de repente, cuando vi esa posibilidad, pensé que podría ser un proyecto filosófico interesante.

¿Filosofía pop?

Lo veo más punk que pop. Pero en todo caso, sí, la posibilidad de hacer filosofía desde otro lugar. Acepté ese proyecto y luego empezaron los quebraderos de cabeza. Porque propuse hacer una adaptación documental pero yo no tenía ni idea de qué era eso. Inmediatamente, la productora me dijo: “Bueno, ¿y qué es una adaptación documental?” A la gente le puede parecer muy raro, pero en filosofía o en matemáticas pasa mucho: tienes una intuición y luego tienes que imaginar el proceso que te lleva a comprenderla. Y le dije a mi productora: “Una adaptación documental quiere decir que yo soy Orlando, que estoy vivo, que Orlando ha salido de esa ficción. Que le voy a mandar una carta a Virginia Woolf para explicarle por qué su Orlando está vivo, y qué está pasando con sus Orlandos pero, sobre todo, para decirle que hay miles de Orlandos, que no soy solo yo”. Hicimos un casting para ver quién querría hacer Orlando hoy. Escribieron más de 300 personas, se presentaron incluso tres personas cis, que muy rápidamente quedaron desenmascarados cuando preguntábamos cuál era la parte orlandesca de su vida. Vinieron 100 personas y unas 25 participan en la película.

Era importante que fueran muchos los Orlandos…

Sí. Primero, porque el relato de la transición de género siempre se quiere despolitizar haciéndolo individual. Se relata como una cosa que te pasa a ti, un problema que tienes tú, para el que la medicina te puede aportar una terapia… Pero siempre es un problema individual. Entender que no es individual, que es sistémico, que una persona es trans porque está en un sistema binario y se enfrenta a ese sistema binario, es lo que hace que tú aparezcas como patológico y que, por tanto, todas las instituciones normalizadoras, desde el colegio, a la medicina, la psiquiatría, la ley… te caen encima.

Era muy importante que fuera una biografía coral porque yo quería que se vieran representadas en la película muchas maneras distintas de llevar a cabo una transición. No es lo mismo para Jenny Bel’Air, que es una histórica activista trans francesa que tiene 70 y tantos años que para Arturo, que es la persona más pequeña que ha participado en la película, que tiene ocho años. O para una persona que es no binaria y para una persona que ha hecho una transición y súper agusto con la transición. Quería que esa multiplicidad estuviera ahí.

«Cuando estás fuera de la norma, si quieres sobrevivir, tienes construirte con la imaginación política, te tienes que construir con la ficción»

Escribes una carta a Virginia Woolf de tú a tú. Y ya tenías una relación con ella cuando reivindicabas una habitación propia en Apartamento en Urano. ¿Qué relación tienes con esta autora?

La relación es larga. Al final, el Orlando es importante en mi vida, porque yo me encontré con Orlando siendo un adolescente: elegí Orlando en clase de inglés sin saber de qué se trataba. Y el hecho de que se llamara Orlando una biografía y que fuera la biografía de una persona que hacía la transición, para mí fue importantísimo, porque entonces yo no podía imaginar mi propia vida de acuerdo en la realidad que me rodeaba y, de alguna manera, empecé a vivir más en la ficción que en la realidad. Cuando estás fuera de la norma, si quieres sobrevivir, tienes construirte con la imaginación política, te tienes que construir con la ficción.

¿Primero te imaginas y luego te construyes?
La imaginación te sirve para resistir a la normalización. No solo porque tú te imagines, porque lo pongas como una especie de modelo y luego te construyas, sino que es un relato que te permite sobrevivir frente a la norma.

En el Salto hemos hablado mucho de las dificultades para aprobar la ley trans, de transfobia, de discriminación a las personas LGTBIQ+. Pero viendo tu película, lo que salta a la vista es que es un relato luminoso: algunos Orlandos hablan expresamente del placer de la transición. ¿Era esa una de las intenciones de tu película, mostrar el camino trans como un camino luminoso?
Yo creo que el problema, incluso en los medios de izquierda, es que la extrema derecha define los términos del debate y la izquierda debate. Y estoy harto. No, los términos del debate no tienen por qué ser médico-legales, no tienen por qué ser únicamente para debatir la ley la ley trans… Hay otra manera y también otro lenguaje para hablar de lo trans.

En ese sentido, Virginia Woolf para mí ha sido un recurso increíble porque nos ha servido colectivamente. Por ejemplo, como abordé la película mucho como un proyecto filosófico y activista, yo organizaba talleres colectivos de lectura de Orlando en los que participaba todo el mundo —la gente que ha participado en la película, pero también, por ejemplo, mi director de fotografía, el montador de la película o incluso los padres de los niños trans, que venían a los talleres con los niños—. En ese proceso, me di cuenta de que el lenguaje de Virginia Woolf, que al principio parecía muy barroco o excesivamente literario, al final se acabó convirtiendo también en una protección, en una barrera frente a las formas más estereotipadas de hablar de lo trans.

Cada uno venía con sus historias y de repente nos poníamos todos a hablar el lenguaje de Virginia Woolf. Con eso no estoy diciendo que Virginia Woolf ya hubiera dicho todo lo que había que decir sobre una transición. La novela, de hecho, es una novela tremendamente problemática también, porque es una novela escrita desde una posición en el fondo tremendamente imperial, inglesa, con una mirada colonial en muchos sentidos, a lo trans, incluso al viaje…

De hecho eso se lo reprochas en tu carta…
Exacto. Yo quería también que esa carta, ese diálogo con Virginia Woolf, pudieran ser críticos por momentos. Una de las cosas que me encanta de Virginia Woolf es que ella es misógina, tránsfoba sin saberlo, racista en muchos sentidos, es lesbófoba, puede ser también a veces misántropa. Pero su escritura es una forma activa de luchar contra todo eso. Eso es lo que me gusta de ella. Ella se debate con sus propios estereotipos y acaba superándolos de alguna manera. Se lleva al límite y eso me interesa mucho. Y luego, una de las cosas de las que me he dado cuenta leyendo mucho Virginia Woolf durante estos tres años —en los que me daba la impresión de que vivía con Virginia Woolf— es que Virginia Woolf es una autora no binaria. Ella hubiera sido totalmente distinta si hubiera podido vivir en un contexto como el nuestro. Yo creo que Virginia Woolf era una autora no binaria pero que vive en un contexto totalmente binarizado que no le permite expresarse como ella quiera, casi se puede ver toda la literatura de Virginia Woolf como una resolución de ese problema.

Tus Orlandos son muy no binarios lo largo de toda la peli…
No todos…

Pero sí bastantes. Y, en el discurso, normalmente, no están tanto. Tenemos el contexto de la ley trans, que se aprueba en febrero de 2023 dejando fuera a las personas no binarias y se genera una situación en la que, si eres NB, quieres escapar de tu género asignado, pero no te queda otra que irte al opuesto.
Totalmente. Yo no quería oponerme a la ley trans porque evidentemente es una ley que para muchas de las personas trans absolutamente necesaria y que puede salvar vidas y que es imprescindible, pero es totalmente insuficiente. Yo siempre dije que yo no era partidario de la ley trans, tal como como estaba siendo pensada jurídicamente en el contexto español, sino de la abolición de la inscripción de la diferencia sexual en todos los documentos, que es absolutamente distinto.

La ciudadanía planetaria no binaria que promulga la jueza de tu película, interpretada por Virginie Despentes…
Esa es una utopía por la que apuesta la película, pero que también responde de manera más directa a la situación social y política que estamos viviendo que la ley trans. Al final, la propia ley trans entra en conflicto también no solamente con la situación de las personas trans, sino con la de las personas migrantes, con otro conjunto de formas de subalternidad política que acaban siendo reforzadas por la ley. Claro, yo esto lo digo como filósofo, no he trabajado en diálogo directo con la ley. Pero entendamos la ley como una tecnología colectiva que una sociedad se da a sí misma. A veces tenemos una relación con la ley que parece como si la ley fuera un instrumento teocrático, como si viniera de arriba. Y la ley es una cosa que hacemos colectivamente.

«La diferencia entre lo masculino y lo femenino, un día se verá como un acto de discriminación política, pero de momento estamos luchando para poder cambiar de uno a otro»

Sería mucho más interesante la abolición de la exclusión de la diferencia sexual en el nacimiento. Eso haría obsoletas incluso las diferencia entre lo masculino y lo femenino. ¿Por qué esa diferencia tiene que estar inscrita en nuestros papeles de identidad? Esa diferencia, un día se verá como un acto de discriminación política. Pero de momento estamos luchando para poder cambiar de uno a otro.

Tu película es muy diversa respecto a todas estas historias de vida. Sin embargo, lo que ha pasado con el debate en torno a la ley trans es que el sujeto discursivo ha perdido mucha diversidad para convertirse en un sujeto más digerible…
Absolutamente. Es un proceso muy parecido en realidad a cuando todas las demandas y todas las formas de disidencia homosexuales se acabaron concentrando en la ley del matrimonio gay. En el fondo, se trata casi de la mimetización de los privilegios, en el caso de la ley trans, de las personas binarias. Cuando en lo que deberíamos pensar es en cuestionar precisamente ese binarismo. Es lo que ocurrió con el matrimonio gay: hubiera sido mucho más interesante abolir el matrimonio como forma de relación o pensar en otras formas de relación, incluso para la obtención de la ciudadanía. Es verdad, estamos en un proceso de políticas de identidad monolíticas bastante cerradas, asimilacionista, integracionista, y sería mucho más interesante que fuera un proceso más abierto, heterogéneo y que cuestionara las taxonomías normativas.

En tu película aparece el señor Psiquiatra, con mayúsculas. En Dysphoria mundi hablas de esta doctrina del shock llevada a la pandemia, y de cómo el capitalismo se recrudece en estas situaciones que se aprovechan para el control social mediante la enfermedad. En este caso, la enfermedad es diagnóstico de disforia de género. ¿Cómo ejerce la psiquiatría este control social?
La psiquiatría tiene la hegemonía discursiva, no solamente acerca de los procesos de transición de género. Ha habido una captura por parte de la psiquiatría de todos los procesos de identificación subjetiva. Los relatos dominantes acerca de lo que significa ser un sujeto sano o enfermo pertenecen a la psiquiatría y, por tanto, hemos dejado a la psiquiatría la capacidad de definir el deseo, la capacidad de definir la sexualidad, la capacidad de definir e incluso de interpretar los sueños. Yo creo que esa captura es una brutalidad. Yo veo el proceso de emancipación contemporánea como un proceso de despsiquiatrización generalizado, no únicamente de las personas trans. Me encantaría que las personas cis se despsiquiatrizaran también. Y de ahí esa escena de la película.

Yo quería que el proceso de producción mismo de la película se pareciera al resultado. Hay un procedimiento activista en la forma en la que está filmada la película, porque cada una de esas escenas están filmadas como una especie de ritual de exorcismo político. Para nosotros fue tremendamente bello, por ejemplo, ir a un gabinete médico. De hecho, el lugar en el que acabamos filmando es un gabinete médico, no un gabinete psiquiátrico, porque no encontramos ningún psiquiatra que nos alquilara su gabinete. Además la persona que hace de psiquiatra es un actor francés muy conocido, que ha hecho una serie que en Francia se llama En thérapie. Él hace del psicoanalista, entonces cuanto Frederic Pierraut aparece en escena, el público francés lo identifica como el psicoanalista. Yo quería que fuera él y la verdad es que fue divertido.

En la películas hay escenas que vienen de otras películas, como Let me dye a woman, que es una película de sexploitation, de explotación sexual de los años 70, o la propia película de la historia Christine Jorgensen. Películas casi de los años 70 u 80 en las que se representa siempre de una manera muy estereotipada el proceso de transición de género. Y hay una especie de citación subversiva dentro de la película, que casi es como hacer la misma escena, pero ¿qué ocurre si aquellos que estaban en la posición de ser objetos de la mirada médica, objetos del discurso psiquiátrico, de repente se apropian de esa escena y la ruedan ellos mismos? La verdad es que, por ejemplo, convertir esa escena en una especie de clip musical con la canción Pharmacoliberation, que hicimos con Clara Deshayes —una persona que hace música no binaria—, que está cantada por uno de los Orlandos, Janis, que la letra la hice yo… Toda la película está hecha casi como un fanzine. No sé hasta qué punto el espectador se da cuenta de esa dimensión de la película, de cómo todo está hecho realmente entre la gente que participa en el proyecto.

En la película aparecen peques trans, muy al final. En España, la infancia trans se ha hecho visible y esto está cambiando el relato sobre lo trans.
Es que es una cosa que empezamos a estudiar ahora los críticos trans. Ha habido la aparición de la figura sociológica del niñe trans y es algo totalmente nuevo. Antes las personas no binarias o trans no teníamos acceso cuando éramos pequeños ni a conocer otros procesos de transición ni a poder comunicarnos con esas personas trans; vivíamos de una manera muy solitaria.

«Una de las grandes revoluciones de lo que está sucediendo es que los niñes se conviertan en sujetos políticos»

Para los niñes trans de hoy, es importantísimo tener acceso a internet y poder comunicarse con otros., Y sobre todo, una cosa que me parece maravillosa es entender que los niñes trans son sujetos políticos. Creo que esa va a ser una de las grandes revoluciones de lo que está sucediendo. Pasa lo mismo con Greta Thunberg, pasa cuando los adolescentes salen a la calle dicen: “Stop, ay que cambiar la forma de producir en todo el mundo”. Y la extrema derecha dice “estos niños que se vayan”. Eso es la desautorización del niñe como sujeto político. Pero los niñes son sujetos políticos. Y he hecho mi película con ellos y pensando muchísimo en ellos también. Muchas veces, mis interlocutores fundamentales han sido los niñes.

¿A Virginia Woolf le hubiera gustado tu película?
Yo creo que ella está dentro de la película, es como uno de los personajes de la película y la verdad es que después de estos tres años de hablar mucho con Virginia Woolf y de llevarla a todos los sitios, de encomendarme mucho a ella, intuitivamente la siento bastante feliz.

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https://www.elsaltodiario.com/cine/paul-b-preciado-orlando-biografia-politica-relato-transicion-colectivo

Paul B. Preciado en un montaje de los artistas Pierre et Gilles, que aparecen como médicos en ‘Orlando, mi biografía política’
Patricia Reguero Ríos. @Des_bordes

Ya que lo pregunta, le contestaré, anticomunista yo jamás seré… Carlos Pueblahttps://youtu.be/OC2GGXC3nHA?si=bOuH1ePIHr7ujE7C

Ya que lo pregunta, le contestaré, anticomunista yo jamás seré…
Carlos Puebla

La supervivencia de los más ricos y cómo traman abandonar el barco. Douglas Rushkoff – 1/08/2018

«El acontecimiento. Este era el eufemismo que empleaban para el colapso medioambiental, la agitación social, la explosión nuclear, la propagación imparable de un virus o el momento en que el hacker de Mr. Robot acabe con todo.»

La supervivencia de los más ricos y cómo traman abandonar el barco

Para los multimillonarios, el futuro de la tecnología consiste en su capacidad de huida. El objetivo es trascender la condición humana y protegerse del cambio climático, los grandes flujos migratorios, las pandemias globales…

Douglas Rushkoff – 1/08/2018
POLÍTICA / ESTADOS UNIDOS
ANÁLISIS – CTXT

IMAGEN: Diseño interior y exterior del ‘toro de Stanford’, un proyecto de la NASA que proporcionaría una vivienda fija a entre 10.000 y 140.000 personas. DONALD E. DAVIS (WIKIMEDIA)

El año pasado me invitaron a dar una charla en un resort de superlujo ante un público que suponía integrado por unos cien banqueros de inversión. Nunca antes se me había ofrecido tanto dinero para dar una charla –la mitad de lo que gano en un año como profesor– y todo por intentar arrojar algo de luz sobre “el futuro de la tecnología”.

Nunca me ha gustado hablar sobre el futuro. Los actos en formato pregunta y respuesta tienden a acabar siendo como una especie de juego de salón en el que se me pide opinar sobre la última palabra tecnológica de moda como si fueran indicadores para potenciales inversiones: cadena de bloques, impresión 3D o CRISPR. Rara vez tiene el público un interés real en aprender acerca de las nuevas tecnologías ni sobre su potencial impacto, más allá de poder discernir entre invertir o no en ellas. Pero el dinero es lo primero, así que acepté el bolo.

A mi llegada, pensé que me conducirían hasta el camerino, pero en lugar de colocarme un micrófono o llevarme hasta el escenario, me dejaron sentado ante una mesa redonda e hicieron pasar a mi audiencia: cinco tipos súper ricos (sí, todos ellos varones), y de las altas esferas en el mundo de los hedge funds. Después de intercambiar unas breves palabras no tardé en advertir que tenían nulo interés en los contenidos que me había preparado sobre el futuro de la tecnología. Venían con su propia batería de preguntas preparada.

Empezaron planteando cuestiones bastante inocuas tales como ¿Ethereum o bitcoin? ¿Es real la computación cuántica? Sin embargo, sin prisa pero sin pausa, fueron escorando sus preguntas hacia los temas que verdaderamente les preocupaban.

¿Qué región se vería menos afectada por la crisis provocada por el cambio climático, Nueva Zelanda o Alaska? ¿Realmente Google está construyéndole a Ray Kurzweil un hogar para albergar su mente? ¿Logrará su conciencia sobrevivir a la transición, o por el contrario perecerá y renacerá una completamente nueva? Y, por último, un director general de una agencia de bolsa comentaba que estaba a punto de terminar de construirse un búnker y lanzó la pregunta:“¿Cómo conseguiré imponer mi autoridad sobre mi guardia de seguridad después del acontecimiento?”.

El acontecimiento. Este era el eufemismo que empleaban para el colapso medioambiental, la agitación social, la explosión nuclear, la propagación imparable de un virus o el momento en que el hacker de Mr. Robot acabe con todo.

Esta fue la cuestión que nos mantuvo ocupados durante toda la hora restante. Eran conscientes de que necesitarían vigilantes armados para proteger sus instalaciones de las masas encolerizadas. ¿Pero, con qué iban a pagarles cuando el dinero ya no valiera nada? ¿Y qué impediría a su guardia armada elegir a su propio líder? Estos multimillonarios barajaban recurrir a cerraduras de combinación especiales para proteger el abastecimiento de alimentos, que sólo ellos controlarían. O poner a sus vigilantes algún tipo de collar disciplinario a cambio de su propia supervivencia. E incluso, crear robots capaces de servir como guardias o trabajadores, si es que daba tiempo a desarrollar la tecnología necesaria.

Para ellos, el futuro de la tecnología en realidad consiste en una cosa: la capacidad de huida

Fue en ese punto cuando me di cuenta de que al menos para estos caballeros, esos eran los temas que pretendían escuchar en una charla sobre el futuro de la tecnología. Siguiendo el ejemplo de Elon Musk y su colonización de Marte, o del envejecimiento revertido de Peter Thiel o del proyecto de Sam Altman y Ray Kurzweil de subir sus mentes a supercomputadoras, se preparaban para un futuro digital que tenía bastante más que ver con la intención de trascender la condición humana y protegerse del peligro real y presente del cambio climático, el aumento de los niveles del mar, los grandes flujos migratorios, las pandemias globales, el pánico nacionalista o el agotamiento de los recursos que con la construcción de un mundo mejor. Para ellos, el futuro de la tecnología en realidad consiste en una cosa: la capacidad de huida.

No es que haya nada de malo en las valoraciones súper optimistas sobre los beneficios de la tecnología para las sociedades humanas. Es que la actual tendencia hacia una utopía posthumana es algo muy distinto, que tiene más que ver con una cruzada para trascender todo lo humano: el cuerpo, la interdependencia, la compasión, la vulnerabilidad y la complejidad que con cómo imaginar la gran migración de la humanidad hacia un nuevo estado existencial. Los filósofos de la tecnología llevan advirtiéndolo varios años: la visión transhumanista reduce con demasiada facilidad toda la realidad a los datos, y concluye que “los seres humanos no son más que objetos procesadores de información”.

Es la reducción de la evolución humana a un videojuego en el que alguien gana la partida al encontrar la ventanilla de salida, dejando que se unan al viaje algunos de sus mejores amigos. ¿Musk, Bezos, Thiel… Zuckerberg? Estos multimillonarios son los presuntos ganadores de la partida de la economía digital, vamos, más de lo mismo según la lógica empresarial de la supervivencia de los más aptos y que, para empezar, es la misma que alimenta toda estas especulaciones.

Obviamente, las cosas no siempre han sido así. A principios de los años noventa, durante un breve espacio de tiempo, el futuro digital ofrecía un final abierto a nuestra imaginación. La tecnología era como un patio de recreo que permitió a la contracultura crear un futuro más inclusivo, distributivo y pro humano. Sin embargo, los intereses económicos establecidos sólo veían en ella un nuevo nicho para la extracción de beneficios de toda la vida y demasiados tecnólogos fueron seducidos por las empresas unicornio. Los escenarios del futuro digital pasaron a ser más como los futuros sobre acciones o los futuros de algodón, un nicho ideal para hacer predicciones y apuestas. De modo que, la relevancia de cada discurso, artículo, estudio, documental o papel en blanco solo dependía de que apuntara a un indicador bursátil. El futuro se convirtió no tanto en algo en lo que influyen las opciones por las que apostamos hoy, o nuestras esperanzas para la humanidad de mañana sino en un escenario al que estamos predestinados y sobre el que apostamos con nuestro capital de riesgo, pero al que llegamos sin más capacidad de acción.

Este enfoque permite a todo el mundo librarse de cualquier implicación moral de sus actividades. El desarrollo tecnológico tenía que ver cada vez más con la supervivencia individual que con una perspectiva de mejora colectiva. Y, lo que es aún peor, como pude comprobar, cualquier comentario de advertencia en este sentido te convertía a tu pesar en un enemigo del mercado o en un tecnófobo gruñón.

De modo que la mayor parte de los académicos, periodistas y escritores de ciencia ficción en lugar de detenerse en la dimensión ética del empobrecimiento y la explotación de la mayoría por parte de unos pocos, optaron por plantearse problemas más abstractos y elaborados: ¿Es justo que los agentes de bolsa utilicen drogas de diseño? ¿Debería estar permitido poner implantes a los niños para que aprendan idiomas? ¿Queremos que los vehículos autónomos prioricen la vida de los peatones por encima de la de los pasajeros? ¿Las primeras colonias de Marte deberían regirse por un sistema democrático? ¿Si cambio mi ADN estoy debilitando mi identidad? ¿Deben de tener derechos los robots?

Las plataformas digitales han logrado convertir un mercado ya de por sí explotador y extractor, en una versión del mismo aún más deshumanizante

Por muy entretenido que resulte en términos filosóficos plantearnos este tipo de cuestiones, lo cierto es que no contribuye demasiado a lidiar con las verdaderas disyuntivas morales que plantea el desarrollo tecnológico desatado en nombre del capitalismo corporativo. Las plataformas digitales han logrado convertir un mercado ya de por sí explotador y extractor (véase Walmart), en una versión del mismo aún más deshumanizante (véase Amazon). La mayor parte de nosotros ya fuimos conscientes de los inconvenientes que plantea la automatización de los trabajos, la gig economy y la desaparición del comercio local.

El desarrollo a toda velocidad del capitalismo digital tiene un impacto devastador sobre el medioambiente y la población más pobre a escala global

Pero el desarrollo a toda velocidad del capitalismo digital tiene un impacto devastador sobre el medioambiente y la población más pobre a escala global. Las redes de trabajo en condiciones de esclavitud están detrás de la fabricación de algunos de nuestros ordenadores y smartphones. Estas prácticas están tan profundamente arraigadas que en una ocasión una compañía llamada Fairphone, fundada desde la base con la intención de fabricar y comercializar teléfonos éticos, acabó concluyendo que era imposible. (Por desgracia, el fundador de la compañía se refiere a sus productos ahora como teléfonos “más justos”.)

Mientras tanto, la extracción de metales preciosos y los residuos que generan nuestros dispositivos de alta tecnología digital destruyen los hábitats humanos, que son sustituidos por vertederos tóxicos que acaban siendo recogidos por niños campesinos y sus familias, que vuelven a vender los materiales reutilizables a los fabricantes.

“Ojos que no ven corazón que no siente”, pero la externalización de la pobreza y del veneno no desaparece por el mero hecho de que nos pongamos unas gafas de tres dimensiones y nos sumerjamos en una realidad alternativa. Cuanto más ignoremos las repercusiones sociales, económicas y medioambientales, más problemáticas se tornarán estas. A su vez, esta situación genera una dinámica de mayor repliegue, aislamiento y fantasías apocalípticas, a la par que la necesidad de inventar desesperadamente más tecnología y planes de negocio. El ciclo se retroalimenta a sí mismo.

Cuanto más comulgamos con esta interpretación del mundo, más tendemos a ver al ser humano como parte del problema y a la tecnología como una solución al mismo. La propia esencia de la condición humana se considera cada vez menos como un rasgo definitorio y más como un virus. Las nuevas tecnologías se consideran como algo neutro, obviándose el sesgo que encierran. Así, los malos hábitos que inducen en nosotros no son más que un mero reflejo de la corrupción de nuestra propia esencia. Como si la culpa de nuestros problemas radicara de alguna forma en nuestro salvajismo innato. Igual que la ineficacia del sector del taxi se “soluciona” mediante una aplicación que arruina a los conductores humanos, las molestas inconsistencias de la psique humana se pueden corregir mediante una versión mejorada digital o genética.

En último término, de acuerdo a la ortodoxia de la tecnología que todo lo resuelve, el clímax del futuro de la humanidad llegará con la capacidad de subir nuestra conciencia a un ordenador o, quizá mejor aún, aceptar que la propia tecnología es nuestro sucesor lógico evolutivo. Ansiamos entrar en la siguiente fase trascendente de nuestra evolución, como si fuéramos miembros de un culto gnóstico, mudando de cuerpo y dejando el viejo tras nosotros, junto con nuestros pecados y pesares.

Las películas y series de televisión se encargan de la representación de estas fantasías. Las series de zombis nos muestran un mundo post apocalíptico en el que la gente no es mucho mejor que los muertos vivientes, y parece ser consciente de ello. Y, lo que es aún peor, invitan a los espectadores a imaginarse el futuro como una batalla de suma cero entre los pocos humanos que quedan, en la cual la supervivencia de un grupo depende de la destrucción del otro. Incluso la segunda temporada de Westworld, basada en una novela de ciencia ficción en la que los robots corren por ahí enloquecidos, termina con una revelación final: los humanos somos más simples y predecibles que las inteligencias artificiales que nosotros mismos hemos creado. Los robots aprenden que cada uno de nosotros puede ser reducido a unas pocas líneas de código y que somos incapaces de elegir deliberadamente. Qué demonios, hasta los robots de la serie quieren trascender los límites de sus cuerpos y pasar el resto de sus vidas en una simulación de ordenador.

La propia esencia de la condición humana se considera cada vez menos como un rasgo definitorio y más como un virus

Semejante intercambio de roles entre los humanos y las máquinas requiere una gimnasia mental que parte de la presunción implícita de que los humanos dejamos bastante que desear. O bien los cambiamos o bien nos alejamos de ellos para siempre.

Así, los tecnomultimillonarios lanzan coches eléctricos al espacio, como si esto simbolizara algo más que la capacidad de un multimillonario de hacer un poco de promoción corporativa. Y, si algunos pocos logran escapar a velocidad de vértigo y sobrevivir de alguna forma en una burbuja en Marte –a pesar de nuestra incapacidad para lograr generar una burbuja similar aquí en la Tierra, tal y como se demostró en las dos pruebas de la biosfera, que costaron miles de millones- será más bien porque la élite se ha provisto de un bote salvavidas, pero no garantizará a la diáspora humana una oportunidad de supervivencia.

Cuando los hedge funders me preguntaron cómo podrían ejercer su autoridad sobre las fuerzas de seguridad después de “el acontecimiento”, sugerí que la mejor apuesta sería empezar a tratarles muy bien desde ya. Entablar relación con ellos como si fueran miembros de su propia familia. Y cuanto más impregnaran sus prácticas empresariales, su gestión de la cadena de suministros, sus esfuerzos por contribuir a la sostenibilidad y la distribución de la riqueza de este ethos de inclusividad, menos probable sería, para empezar, que se produjera un “acontecimiento” de estas características. Toda esa magia tecnológica podría empezar a aplicarse desde hoy mismo a unos intereses quizá menos románticos pero sí más colectivos.

Por mucho poder y riqueza que acumulen, no se creen capaces de influir en el futuro

Mi optimismo les hacía gracia pero en ningún momento me lo compraron. No tenían ningún interés en evitar la desgracia; están convencidos de que ya no hay tiempo para ello. Por mucho poder y riqueza que acumulen, no se creen capaces de influir en el futuro. Sencillamente, se limitan a aceptar el más oscuro de los escenarios y a reunir la mayor cantidad de dinero y tecnología que les permita aislarse, sobre todo si se quedan sin sitio en el cohete rumbo a Marte.

Por suerte, aquellos de nosotros que no disponemos de los fondos suficientes como para renegar de nuestra propia humanidad, disponemos de un buen número de opciones mucho mejores. Ni siquiera tenemos que utilizar la tecnología de una forma tan antisocial y atomizada. Basta con que no nos convirtamos en los consumidores y perfiles individuales que quieren nuestros dispositivos y plataformas, y podemos recordar que el ser humano verdaderamente evolucionado no opta por una salida individual.

La condición humana no tiene que ver con la supervivencia o escapatoria individual. Es un deporte de equipo. Cualquiera que sea el futuro que aguarda a la humanidad, nos afectará a todos.


Douglass Rushkoff es autor del libro de próxima publicación Team Human (W. W. Norton, enero de 2019) y host del podcast TeamHuman.fm.

Este artículo se publicó originalmente en Medium.

Traducción de Olga Abasolo.

«La mejor oferta», cine de Giuseppe Tornatore

https://www.elespectadorimaginario.com/la-mejor-oferta/

Toda falsificación esconde algo auténtico
Joaquín Juan Penalva

Críticas | Sinopsis | Comentarios

La mejor oferta
La migliore offerta. Giuseppe Tornatore. Italia, 2013.
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La mejor oferta – Críticas | Sinopsis | Comentarios

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Las gentes alternativas al libre mercado y autoritarismos varios, necesitamos una organización unitaria, pero no líderes carismáticos con su cohorte de pretorianos a dedo y sus catecismo buenos para todo

Desde luego, sin debate de ideas y creación de la organización unitaria, basada en el respeto e igualdad de la diversidad de identidades, nunca seremos capaces de lograr victorias sustanciales frente a los poderes del sistema dominante capitalista (de Estado o de libre mercado); nos tendremos que conformar, en el mejor de los casos, con un quítame ese molino de ahí y ponle en otro lado donde protesten menos y no nos moleste a nosotros (quien dice molino dice empresa u otras inversiones de tipo más que menos contaminantes). Si, el socialismo únicamente lo es, si es en libertad y colaboración solidaria. Salud
Mikel Tar Orrantia Diez

Convivialidad – es la capacidad de los individuos de interactuar de una forma creativa y autónoma con su entorno y con los demás

Convivialidad: forma básica de interacción e intercambio humano. Wikipedia

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La convivialidad es la capacidad de los individuos de interactuar de una forma creativa y autónoma con su entorno y con los demás para satisfacer sus necesidades. Esta interpretación está relacionada con varios sinónimos como: convivencialidad y convivencia en español, la política de cohesión social catalana (convivència) y su comprensión contemporánea en inglés de vivir juntos con diversidad (conviviality).

El término convivialidad fue popularizado por Iván Illich tras la publicación de su libro Tools for Conviviality (1973),[1]​ traducido al español con el título Convivencialidad.[2]​ Iván Illich a su vez se inspiró del término francés “convivialité” tomado de la obra de Jean Anthelme Brillat-SavarinPhysiologie du goût (1825). En el concepto de Brillat-Savarin, la convivialidad ya implica el placer de vivir juntos, de buscar los equilibrios necesarios para establecer una buena comunicación, un intercambio sincero y amigable alrededor de una mesa.”[3]​ Además, Illich sería también influenciado por el entendimiento popular mexicano de la palabra, que alude al compartir vecinal en los barrios y las comunidades.[4]

La primera traducción al español de Tools for Conviviality de Illich sin embargo usa la voz “convivencialidad”.[2]​ La misma traducción también aparece en el Decrecimiento: El Vocabulario para una nueva era.[5]​ Según Gustavo Esteva, no obstante, el término convivialidad, sería más fiel al sentido que le quería dar Illich.[4]

La convivialidad está enfocada en la vida simple y alegre, la localización de los sistemas de producción, las conexiones con la economía marxista y la crítica simultánea de Illich al consumo excesivo y como un contraste directo con la productividad industrial que produce consumidores que están alienados de la forma en que se producen las cosas. Esto ha resultado que una variedad de movimientos académicos y sociales la adopten, incluso como una idea central de la teoría y la práctica del decrecimiento.

Aunque es menos común que la literatura de decrecimiento explore la convivialidad en términos de herramientas y tecnologías, hay varios ejemplos de convivencia que se utilizan como una característica de muchos aspectos de una sociedad de decrecimiento, incluida la sociedad misma. De hecho, algunos académicos describen la transición a una sociedad convivial como uno de los tres objetivos centrales del decrecimiento.[6]

Herramientas de convivialidadEditar

«Rodeado por herramientas todopoderosas, el hombre queda reducido a ser instrumento de sus instrumentos» Ivan Illich

Una de las grandes críticas hechas por Ivan Illich es la contraproductividad del progreso tecnológico.[7]​ Este, puesto a manos del mercado, deja de velar por la necesidades de las personas y guía la producción hacia lo que traiga más utilidad. Esto requiere crear tecnologías cada vez más complejas que excluyan a la gran población y solo puedan ser manejadas por especialistas altamente capacitados creando así un monopolio profesional sobre la tecnología. Como alternativa, Illich propone una sociedad convivial que se base en contratos sociales que garanticen a cada uno el mayor y más libre acceso a las herramientas de la comunidad, con la condición de no lesionar una igual libertad de acceso a otro.[8]

Una herramienta convivial sería aquella que resalte la autonomía del individuo y sea accesible a un gran número de personas. Por ejemplo, la bicicleta, es el medio de transporte más barato, no contamina, es fácil de reparar y de usar, no necesita insumos (gasolina), tiene el potencial de conectar a las personas y contribuyen a ciudades más lentas y habitables. Por el contrario, el automóvil, monopoliza el espacio urbano, es responsable de gran parte de las emisiones de co2 globales, genera tráfico y atascos y es un factor de distanciamiento social. Otro ejemplo de herramientas conviviales sería los huertos urbanos. [9]

Bibliografía Editar

Referencias Editar

  1.  Illich, Ivan (1973). Tools for Conviviality.
  2. ↑ Saltar a:a b Illich, Ivan (1979). La convivencialidad (2a ed edición). Editorial Posada. ISBN 968-433-008-1OCLC 17253664. Consultado el 16 de abril de 2022.
  3.  Corbeau, Jean-Pierre (2005). «Sociabilités urbaines contemporaines et cuisines de foire. De la convivialité à la commensalité»Diasporas. Histoire et sociétés 7 (1): 147-158. Consultado el 16 de abril de 2022.
  4. ↑ Saltar a:a b Esteva, Gustavo (2012). La convivialidad y los ámbitos de comunidad: claves del mundo nuevo.
  5.  «(PDF) Decrecimiento Vocabulario para una nueva era»ResearchGate (en inglés). Consultado el 16 de abril de 2022.
  6.  Cosme, Inês; Santos, Rui; o’Neill, Daniel W. (20 de octubre de 2004). «Assessing the degrowth discourse: A review and analysis of academic degrowth policy proposals»Journal of Cleaner ProductionISSN 0959-6526doi:10.1016/j.jclepro.2004.08.002. Consultado el 16 de abril de 2022.
  7.  Illich, Ivan (1978). Towards a History of Needs. United States: Heyday Books. ISBN 0-930588-26-6.
  8.  Esteva, Gustavo (2016). «La convivialidad y los ámbitos de comunidad: claves del mundo nuevo»Crítica de la cultura del progreso capitalista. Consultado el 16 de abril de 2022.
  9.  Cattaneo, Claudio; Kallis, Giorgos; Demaria, Federico; Zografos, Christos; Sekulova, Filka; D’Alisa, Giacomo; Varvarousis, Angelos; Conde, Marta (18 de octubre de 2021). «A degrowth approach to urban mobility options: just, desirable and practical options»Local Environment.

Última edición hace 1 año por InternetArchiveBot

PÁGINAS RELACIONADAS

Wikipedia

https://es.wikipedia.org/wiki/Convivialidad

MIRANDO A RATOS NUESTRA HUMANIDAD. Poema, @OrrantiaTar, 2021

MIRANDO A RATOS NUESTRA HUMANIDAD

@OrrantiaTar

A ratos / miro entre la bruma / de este convivir dominado por la pollería y la malicia / intentándo / ver en el mar de las promesas / la isla del tesoro / con el cofre de la lúcida dignidad humana / la nueva Pandora / que salve a la humanidad de los peores / que anteponen sus intereses personales / a todo lo humano que nos define como especie / miro y miro / pero solo vislumbro mis deseos…

@orrantiatar – 29/5/2021

Feliz Otoño. Que tengas un buen día y los dioses y adas de la buena fortuna te permitan bailar con la alegría de vivir

https://x.com/OrrantiaTar/status/1705837310128840811?t=W9xtwjKESXxFnnNwJccJxA&s=08

Feliz Otoño, navegante de la Web. Que tengas un buen día y los dioses y adas de la buena fortuna te permitan bailar con la alegría de vivir. Desde Forua (Bizkaia), en este rincón de nuestra hermosa nave sideral GAIA, en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai.

Salud y convivialidad.

«COMO HACER A VOX INEVITABLE». LA EXTREMA DERECHA GOBIERNA O INFLUYE DE HECHO EN LA UE Y LOS USA IMPULSADA POR CRISIS CONTINUAS, MIEDOS Y AMBICIONES DE PLUTÓCRATAS Y OLIGARCAS DESALMADOS

«COMO HACER A VOX INEVITABLE». LA EXTREMA DERECHA GOBIERNA O INFLUYE DE HECHO EN LA UE Y LOS USA IMPULSADA POR CRISIS CONTINUAS, MIEDOS Y AMBICIONES DE PLUTÓCRATAS Y OLIGARCAS DESALMADOS.

La historia es maestra contumaz que nos permite aprender de experiencias pasadas evitando volver a caer en ellas.

El fantasma que está vez, otra vez, recorre Europa, es el del nacional-populismo de extrema derecha. Sucede cuando loe procesos de acumulación de capital en pocas manos de plutócratas y oligarcas deben esquilmar de su bienestar adquirido con sus trabajos a la gran mayoría de ciudadanos, con políticas de austeridad, crecimiento desmesurado de los precios de los bienes de necesidad, mediante el miedo por causa de crisis pertinentes, luchas de los poderes por la hegemonía estatal y/o imperial, y pandemias y/o guerras constantes; y, lo (irra)nacional se erige en arma defensiva popular frente a las penas irresueltas, con políticos mercenarios del capital, incompetentes; los lideres de las izquierdas reformadoras vendidos y/o atemorizados, y las izquierdas revolucionarias incompetentes, dogmáticas, divididas por ambiciones de parcelas de poder y/o desnortadas y autoritarias.

Vivimos en un tiempo global y líquido, es bien cierto, llevamos en el desde las crisis energéticas y de materias primas de finales de los años 60 del siglo pasado. Un tiempo en el que los Estados-Nación no tienen otra misión que mantener la disciplina social, usando cada nueva crisis mas palo y menos zanahoria; quizá, un tiempo del final del neoimperialismo de las potencias occidentales y del desplazamiento paulatino de la hegemonía al Oriente asiático, con un liderazgo controvertido aun entre China, India, Japón y la emergencia de las nuevas potencias, o aspirantes a ello, en America, Asia y Africa; con los politicos de los USA y la UE incapaces de comprender y dirigir el mundo, y los plutócratas globales, al socaire de crisis y necesidades, creando un mundo nuevo (económico, político, cultural, social y militar), desde la acumulación de capitales inconmensurables por su creciente control de las tecnologías y las comunicaciones, las ciencias aplicadas y militares, etc., de esta nueva época de incertidumbre y tránsito ¿hacia qué?.

Emerge imparable el nacional populismo en Europa; de hecho, ya en los gobiernos de varios Estados «democráticos» (todo por el pueblo sin el pueblo) y en Autonomías de España; crecen y llegan al poder de la mano de las derechas conservadoras, atemorizadas e incapaces, o ocupando su espacio, porque ofrecen con su propaganda orgullo de pertenencia, enemigos tangibles, culpables de las desgracias que nos acaecen, y soluciones demagogicas que volveremos a pagar muy caro, en sangre, sudor, destrucción, hambre y lágrimas, como en el Norte de Africa y Medio Oriente, la exURSS y exYUGOSLAVIA, y como sucediera a finales del XIX y, sobretodo, en la primera mitad del siglo XX, con las dos guerras mundiales y el auge y llegada al poder del fascismo y nazismo de la mano que mece lacuna del gran capital y las ambiciones y errores del capitalismo de libre mercado, asi como de la incapacidad de las izquierdas para superar sus divisiones y las ambiciones personales de sus autoritarios, dogmáticos e incapaces lideres ocasionales.

La columna de Jordi Amat (El País  6/8/23) COMO HACER A VOX INEVITABLE, me ha parecido una lúcida aproximación y por eso la comparto, junto con estos apuntes y consideraciones de mi cosecha.
Salud, mientras.

Mikel-Tar Orrantia Diez, Forua, 24/9/2023

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